INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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26/9/23

El Pozo y la pista

 .

Al borde del Pozo de la Nieve del Madroñal, de izquierda a derecha, Pascual Camacho «el Sano», Pepe Fernández «el de Emiliano» y Antonio García «el Caruso»

En este mundo, el azar del destino es siempre caprichoso, y de las cuatro personas que fuimos aquel día 7 de abril del año 2009 a visitar el Pozo de la Nieve del Madroñal, en aquel viaje alegre, distendido, único, como son únicos e irrepetibles todos los momentos de nuestras vidas, solo yo puedo contarlo ahora.

Varias décadas atrás habían construido la pista forestal que faldea la Sierra del Oro por su cara norte, por la umbría, comunicando el paraje del «Malojo» con el de la «Fuente del Rey», y dejando una gran cicatriz en los bosques de pinos de las laderas. Pues la otra pista más antigua, la que asciende la sierra hasta dar vista al Campo de Ricote por el «Collao del Portajo», que fue hecha en gran parte a pico y barreno, tenía el objeto de dar salida al transporte de la madera de las cortas, pues el ayuntamiento de Cieza sacaba unas perricas subastando madera todos los años.

El Pozo de la Nieve, el único que tenemos en el término municipal de Cieza, corre peligro de derrumbe y nadie hace caso. Yo metí un escrito con todo lujo de detalle en el mentado año 2009 y, como ¡naranjas de la china!, volví a meter otro en el año 2022 (gobernaba ya un partido distinto). ¿Ustedes han respondido a mis solicitudes o han hecho algo para evitar que el Pozo se caiga? Pues el Ayuntamiento tampoco. (Si no es competencia municipal, debe instar a la Comunidad Autónoma para que actúe y se preserve este bien histórico.) ¿Y por qué se va a caer ahora —dirán ustedes—, si lleva ahí trescientos años viendo pasar el tiempo? Muy sencillo, por culpa de la pista forestal, de su mal trazado, hecho en su momento con tiralíneas sobre un plano en los despachos de los ingenieros de Murcia.

El día antes de desplazarnos los cuatro que les decía hasta el lugar, yo estaba en la alcaldía intentando explicar a la persona que llevaba la Concejalía de Patrimonio Histórico el peligro de derrumbe de esta singular construcción. La persona en cuestión (hablo del año 2009, ¿eh?), con cara de no entender nada («¿…qué pozo, qué nieve?»), manifestó no tener ni pajotera idea del tema. Entonces el concejal Pepe Fernández, que llevaba la Concejalía de Servicios Urbanos (nada que ver con el asunto), voluntarioso y amable, me dijo de ir a verlo a la mañana siguiente.

La pista forestal que pasa junto al Pozo de la Nieve, ya no la hicieron a pico y barreno como la anterior (una brigada de hombres, a los que asistía de aguador «el Marujo» con dos burras aparejadas con aguaderas de pleita y cántaros de barro, picaba y volteaba peñas, cobrando cada uno 50 pesetas diarias de jornal), sino que esta que faldea el monte la construirían ya con un enorme tractor oruga, un «Carterpillar» de 500 caballos, que arrancaba grandes pinos de cuajo y echaba a rodar por las laderas peñones de varias toneladas, destrozándolo todo. Entonces las cosas se hacían así, por las bravas, sin estudio de impacto ambiental ni nada de nada; un guarda forestal hacía de capataz de los trabajos con un plano en la mano y «¡tira p’alante nene!».

El concejal Pepe Fernández («Pepe de Emiliano») le dijo al Jefe de Servicios Municipales que cogiera el coche grande, que nos íbamos de excursión a ver el famoso Pozo de la Nieve que decía Joaquín. El coche grande, era uno de los cinco vehículos que las empresas promotoras de los campos de golf habían «regalado» al Ayuntamiento a bombo y platillo. Recuerdo que los pusieron alineados en la Plaza Mayor, ¡chan, chan, chan!, e hicieron el acto de entrega de las llaves ante los medios de comunicación y el regocijo de las autoridades locales. Luego, no sé si ustedes están muy enterados: lo de los campos de golf quedaría como el rosario de la aurora, en nada, pero las empresas, que omito decir aquí sus nombres pues aún hay asuntos «sub júdice», esperaban especular y obtener pingües beneficios, comprando «a pedo» terrenos que no servían para nada, con el ansia viva de venderlos más tarde a precio de solar a las constructoras. ¡El reino de Jauja iba a ser Cieza!, aunque los informes de la Comunidad Autónoma y de la Confederación Hidrográfica del Segura eran negativos (¡nanay del Paraguay, sin agua no hay paraíso!), y de los veinte mil ingleses que calculaban que vendrían a comprar chalés adosados en las lomas del Picarcho y a jugar al golf como locos, no vino ni uno. Es más, a algunos propietarios de terruños alacraneros «en ca dios», reconvertidos a solar, empezaron a cobrarles la contribución como si estuvieran en la Plaza de España, y tuvieron que pleitear y gastarse un riñón en abogados para deshacer aquel «entuerto político caprichoso e inútil».

La mañana que el «Carterpillar» de 500 caballos se iba acercando a la Fuente del Madroñal, Guillermo, mi padre, temeroso de que cayeran peñones a la balsa y destrozaran oliveras, hormas y hasta el sursuncorda, se presentó a hablar con el forestal que daba órdenes al tractorista. (Para no invadir con el camino la finca privada, el forestal hizo algo muy sencillo: mandó arrancar el mojón del deslinde de la propiedad y correrlo 15 metros más abajo; fácil, ¿no?). Cuando mi padre llegó, el de la gorra de plato le estaba diciendo al de la máquina: «¡…arremete con to esto y húndelo pa dentro, que esto no sirve pa na!»; se refería al Pozo de la Nieve, que se interponía en la línea que habían trazado los ingenieros de Murcia en sus despachos.

El Jefe de Servicios municipales era Pascual Camacho («el Sano»), que conducía el coche grande que le había pedido el concejal; también se vendría con nosotros un compañero: Antonio García («Caruso»). Yo, del campo, les indicaba la ruta y les hacía comentarios sobre los parajes agrícolas, o agrestes, por los que atravesábamos para llegar al Pozo.

Guillermo, aquel otro día más lejano, se plantó delante del potente tractor oruga, rogando al forestal que respetara aquella singular obra histórica (al forestal, que no era ni de Cieza, le importaba un pepino el Pozo de la Nieve del Madroñal y continuaba en sus trece). Sin embargo, un poco más sensibilizado, el tractorista se puso a favor de mi padre y salvaron el «obstáculo» haciendo una curva de ballesta; pero dejando, casi descarnado el muro de la cara norte del Pozo, que con los años y la meteorología corre el peligro de derrumbarse y quedarnos los ciezanos sin Pozo de la Nieve, como yo me quedé sin abuela.

Después de ver el problema que yo apuntaba, y con la promesa (política) del concejal de que iban a tomar las medidas oportunas en lo referido a obra, limpieza, vallado, señalización, etc., el de «Emiliano», el «Sano», el «Caruso» y yo, continuamos la pista forestal, por gusto, hasta enlazar la Carretera de Mula y bajar luego por la Herrada, vasto paraje con muchos puntos de interés, que yo les iba explicando a ellos (DEP los tres).

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"