INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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29/5/22

Paisajes urbanos de Cieza, II

 .

Río Segura bajo el «Puente de Hierro». El nombre se debe a que hasta primeros de los cincuenta del siglo pasado este puente era metálico, con dos grandes vigas de hierro longitudinales y el resto del piso de tablas. Aquel puente tenía puertas y un guarda, que hacía de «práctico» para el paso de los carros cargados, ya que estos, si se salían con sus ruedas de la vigas, podían estropear las maderas del suelo.

¿Recuerdan ustedes? El mercado semanal, el mercadillo de todos los miércoles, se instalaba antes en la Plaza de España y calles adyacentes, salvo en los días de Feria, que entonces lo trasladaban a la Carreterica de Posete. En el tramo de la Calle Reyes Católicos, hasta la esquina de la «Ferretería Giménez», colocaban los puestos de frutas y verduras; luego, cuando al final recogían los puestos y arrojaban al suelo el género estropeado, de desecho, acudía aquel hombre que vivía en el Camino de Madrid, aquel que conocía la genealogía de todo el mundo y que tenía más perras que los toreros, pero que vivía en la pura y absoluta miseria, y se aprovisionaba para la semana.

Más de una década atrás, por 1963 sería, construyeron la Torre de la Plaza de España (el nombre le viene por ser la primera del pueblo, aunque ya existía el edificio alto de Aurelio Guirao en la Calle San Sebastián, levantado en el solar de la Casa del Mayorajo, y el primero en utilizar ascensores de jaula). La otra torre de al lado, la que hace esquinazo con el Callejón de los Tiznaos, la edificarían años después y la llamaban «la torre del francés». Casi enfrente, en la entonces calle Federico Servet, vivía Don Félix Talavera, ¿se acuerdan de él, bajito y regordete?, que hacía las radiografías con unos aparatos de rayos equis prehistóricos, comparados con los de ahora, y con más radiación que la bomba de Hiroshima.

Fueron unos años de «fiebre de las alturas», durante los cuales levantaron los pisos de Chuchubeo, los del Borrás, el edificio Apolo, los de la Óptica Marín y el Bar Central, en la calle Santa Ana; y ya, el colmo de la ambición vertical, fue la torre de la Erica del Hospicio, que tapona gran parte de la visión del Cerro del Castillo desde la Esquina del Convento (ah, y estuvo la obra parada porque se habían empeñado en sacarlo hasta el Camino de Murcia, dejando en un túnel la Cuesta del Chorrillo).

Los miércoles, a pesar del mercado, respetaban escapatoria para las entradas y salidas de los taxis a través de la calle Gregorio Ruiz, incluso se permitía la carga y descarga de algún electrodoméstico en la tienda de Ortuño «el de las teles», que estaba en los bajos de la casa de Don Domingo Anaya (él y su esposa vivían arriba, en el primero; yo subía algunos meses a pagar el alquiler del bajo y el hombre, correctísimo, me tenía preparado el recibico, de su puño y letra, con una caligrafía de lujo).

Justo en la puerta de dicho comercio (Radio Ortuño, S.A.), se colocaba un mercader medio gitano que le decían «el Pariente», que vendía ropa barata, «¡nena, dos pares, vainte duros!», y que apaciguaba la próstata en el aseo de la tienda, pues con los años era ya como de la casa. Por enfrente, más o menos, se solía poner la Cruz de las Flores, que también tenía un puesto dentro de la Plaza, como lo siguen teniendo ahora sus hijas María Jesús y Jose.

Entonces los mercaderes, a lo largo de los años, habían forjado un vínculo de amistad entrañable con los vecinos. La Paca Montiel (la «Paqueta»), esposa de Teodoro el abogado, ofrecía encantada su casa para probador; y la mujer, los miércoles por la mañana, cancelaba sus salidas para tener su puerta abierta a las clientas del mercado que desearan probarse prendas de vestir. Ella era así, amable, generosa y abierta con todo el mundo.

La otra vía de escape, los miércoles de mercado, era la calle Santa María de la Cabeza (hoy, Callejón de los Frailes), pues en la acera de la Lonja estaba la parada de los motocarros, desde el Palacio del Vino de los Peperres (luego bar Capri), hasta la Tallera y la Josefica del Pan. Entonces había muchos motocarros para el transporte ligero, aunque todavía quedaban circulando los dos últimos carros en el pueblo: el del Chusco y el del Parralo, que recorrían las calles con su trote cascabelero. También en esa zona de frente a la Tallera se colocaban algunos vendedores de animales vivos: pollos y conejos, metidos en jaulones. («Dam’usté un conejico —pedía alguna mujer, que pensaba hacer un arroz en sartén—. Pero me lo tiene que matar, ¡eh!.» El vendedor, o la vendedora, metía la mano en la jaula y agarraba el conejo de las orejas para sacarlo; luego lo sujetaba de las patas traseras y le arreaba un pescozón bien dado en la nuca y el animal empezaba a temblar, y, cuando cruzaba sus paticas delanteras, ya estaba muerto.)

Allí en la Lonja, anexo a la parte trasera del Mercado de Abastos, estaban los asentadores: los Marrajises y los Cebollos; además en ese mismo recinto había otros puestos de frutas y verduras, pues la gente, cuando aún no había supermercados en Cieza, iba mucho a comprar a la Plaza, y era un bullicio diario de clientes llenando sus cestas de la compra; y eso a pesar de que los miércoles se ofrecían muchos productos a buen precio en el céntrico y bien abastecido mercadillo semanal. Entre los puestos de frutas y verduras del recinto de la Lonja estaba el de «los pequeñicos»: un hombre pequeño, casado con una mujer bajica, que tenían un hijo más bien corto de talla, y que al muchacho le había dado por estudiar idiomas a cuanto más extraños mejor, y sabía ruso, polaco, tártaro y no sé cuántas lenguas más.

Los días de mercado venía entonces gente desde los campos y parajes alejados a hacer su compra. Los primos «Juan López», grandes emprendedores en el transporte de viajeros, crearon la línea de autobús Cieza-Salto de Almadenes (dos veces al día subían y bajaban, y eso cuando la carretera del Pantano todavía tenía el firme de tierra); pero los miércoles ponían otro vehículo extra que, por la carretera de Mula, llegaba hasta el Campo de Ricote y se llenaba de ricoteños, mujeres y hombres, con sus ropicas decentes y sus capazas de palmito, y sus caras emocionadas por viajar de compras a nuestra ciudad, «¡mía tú, nena!, qu’antiyer fide a Cieza a mercarme unos apargatiquios y género pa un delantal». Los hombres del campo, espaciosos, vestidos de pana, si hacían un trato gitano en el mercado, se echaban después el alboroque en ca Peperre, que pillaba a mano.

Pero la cosa es que antes había muchos menos coches que ahora (casi todas las calles eran de doble dirección sin problemas); y el aumento de los vehículos fue robando espacio en las vía públicas; cada vez se encontraba menos aparcamiento y era más difícil moverse por el centro. Esto hizo que el mercado semanal, lejos de poder expandirse y crecer, se hallase cada vez más constreñido y se viera más como un «tapón» circulatorio, como un problema del centro de la ciudad. Así que se lo llevaron lejos, y qué les voy a contar… Ya nada fue lo mismo.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

2 comentarios:

  1. Historia viva de la Cieza que fue y de la que algo (bastante o poco, según gustos y opiniones) queda. Gracias Joaquín, por el fondo y lenguaje. Bartmarts.

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    1. Muchas gracias Bartolomé por su sensibilidad como lector, y como escritor. Un abrazo.

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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"