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Torreta de alta tensión en la zona de los Almadenes
Los gobiernos lo saben. Saben que las eléctricas nos están atracando, y encima con el agravante de que lo hacen con una pistola de plástico, con una escopeta de las que disparaban un corcho atao a un hilo bramante, con un revólver de aquellos que explotaban mixtos de crujío; cómo no lo van a saber los gobiernos, si tienen asesores por un tubo. Pero, ¡amigo!, como aquí ya no hay «pobreza energética», pues oye tú, a quien Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga.
Nos tienen engañados. Las eléctricas se lo han montado de tal forma que parece que es imposible tocarles narices. Ellas han elaborado un sistema de valoración y cobro de la energía que parece que es inamovible, que está, ¿cómo diríamos?, ¡blindado!, como si fueran los artículos de la mismísima Constitución, que ni dios se atreve a meterles mano. El gobierno nuestro, a nuestro pesar, atadico de pies y manos frente a los señores de la energía, se ha atrevido, como mucho, a bajar el IVA (en realidad el tipo impositivo sobre la luz para las familias debería ser, no el «reducido» del 10%, sino el «súper reducido» del 4%, como el del pan, el del agua o el del aceite). Y no se atreve a más el gobierno, pues los señores de la energía, en cuyos consejos de administración integran a desertores del arado, digo de los altos cargos de la política, son capaces de cortarle la luz a la Moncloa o al sursuncorda que se pusiera por delante.
Pero todo es un gran engaño, y lo saben los políticos, los gobiernos y los «desertores» que, con sueldos públicos y prebendas del Estado, maman de la teta grande en los consejos de administración de las eléctricas y del gas. ¿Ustedes lo saben también, que nos están atracando con un montaje que ellos se han montado porque les ha dado la gana montárselo y parece que nadie lo puede desmontar, y hasta el gobierno gobernante sabe que el arma del atraco de las eléctricas es de pego y se calla?
Vamos a ver, primero, ¿por qué tienen que subastar todos los días la energía que se produce en las centrales y suministran a los consumidores?, ¿porque ellos nos dicen que tiene que ser así? ¿Se subasta todos los días el agua que llega a nuestros grifos?, no, ¿verdad? ¿Se subasta todos los días el pan que amasan los panaderos y que se vende a la gente?, no, ¿verdad? ¿Se subasta todos los días la leche que ordeñan los ganaderos a las vacas y que es distribuida a las tiendas?, no, ¿verdad? Pero, los señores de la energía, nos dicen que los megavatios hay que subastarlos diariamente; vale —digo yo—, ¿y quiénes pujan en la subasta? Pues en la mayoría de los casos la misma entidad subastadora. ¡Madre mía, que lío, ¿y cómo es eso? Fácil: las grandes compañías se desdoblan, triplican, cuadruplican. Es la misma, pero con distintos CIF (a efectos fiscales son distintas, pero a ustedes y a mí que no les engañen: son la misma empresa); o sea, como Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como.
En cuanto al precio del megavatio, ese que todos los días bate records y nos lo cuentan en RNE y TVE como algo díver: ¡récord!, ¡récord, en la historia del engaño del precio de la energía eléctrica!, ¡pasen y vean los megavatios a trescientos y pico eurazos! (es díver porque ya no hay pobreza energética en los hogares, eso pasó a la historia en cuanto se instaló el gobierno gobernante), ese precio se lo sacan de la manga del birlibirloque y todo el mundo a callar, o nos encañonan con el revólver de mixtos de crujío (o «clujío», como decíamos los zagales de entonces). Ese precio no crean ustedes que tiene una razón de ser como los precios de todos los productos de los mercados: coste de producción, almacenaje, transporte, distribución, etc. No, no, los señores de la energía han rebuscado en las teorías de los economistas y han dicho ¡hombre, esto me gusta!, y valoran en relación al «coste de oportunidad»; ¡anda, y eso qué es lo que es! Muy sencillo, es el cálculo de lo que costaría «no producir» los megavatios. ¡Pero qué barbaridad!, ¡pero qué retorcidos son! Sí señor, eso por ejemplo es como si uno va a un restaurante y pide unas pataticas cocías y se las cobran como si no se las hubieran servido cocías: el dueño piensa que esas patatas hubieran tenido la «oportunidad» de, en lugar de servirlas solas, pues que hubieran sido acompañando pulpo a la gallega; ¿precio del platico de patatas cocías solas?, el de tres raciones de pulpo a la gallega. ¡Oiga, que yo sólo me he comío tres patatas cocías! Ya, le cuenta el camarero, pero el precio de las patatas es el del coste de oportunidad. ¡Qué risa!, ¿no?, pero esos son los triles que manejan las eléctricas, y a callar to el mundo.
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