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Resulta que, como ustedes saben, además de publicarlos en el periódico de papel «El Mirador de Cieza», cuelgo los artículos en mi blog de internet «El Pico de la Atalaya»; pero además, esta página la enlazo con mi cuenta de Facebook, de manera que los visitantes de dicha red social puedan entrar a leerlos (una manera como otra de darles difusión). Pero en relación con el mentado artículo de la semana pasada, se han suscitado unos cuantos comentarios, algunos muy críticos, en tal red social; pareciera como si de pronto, leyendo mi artículo, muchas personas hubieran querido dar su libre opinión sobre las recientes obras de Siyâsa, y en general sobre el tratamiento que las administraciones públicas hacen, o han hecho en el pasado, de tan importante yacimiento arqueológico, patrimonio de todos los ciezanos (y todas las opiniones son respetables si son respetuosas, ¡ojo!; no hay que ser docto para tener una visión y un parecer sobre cualquier cosa; por supuesto, a mayores conocimientos, mayor peso tendrá dicha opinión).
Ya saben ustedes que suelo mezclar en mis artículos un poco de información, un poco de reflexión, un poco de crítica y, a veces, algunas frases de desenfado, y, desde luego, siempre vierto opinión propia, pues estos que escribo para ustedes no son otra cosa que artículos de opinión, cosa obvia; y siempre procuro ser comedido y nunca deslenguado o irrespetuoso con las personas. Mas vamos al meollo de asunto: Sostengo la crítica general sobre los bienes patrimoniales y su tratamiento público del citado artículo; pero —y aquí, tal como a mí me lo han aclarado, yo se lo aclaro a ustedes—, rectifico dos cosas que achacaba a la reciente obra y que al parecer pertenecen a anteriores actuaciones sobre el yacimiento de Siyâsa (cada palico, que aguante su velica); y matizo otras dos. En realidad no señalaba más puntos negativos sobre las últimas obras; en otro momento quizá se me ocurra hacer un panegírico de sus bondades.
Las que rectifico son: mi crítica sobre el «hormigón en el suelo» y sobre el «tubo de PVC, con más curvas que la carretera de Abarán…». Pues según me han aclarado, en esta obra última no se ha vertido hormigón en el suelo, sino que se ha elaborado un pavimento a base de yesos y cales de la propia zona del yacimiento, de donde al parecer lo cogían en su época los siyâsíes; este material ha sido compactado sobre una capa «geotextil», la cual cubre los suelos originales sin dañarlos, y esto, que es una solución perfectamente reversible y no afecta al yacimiento, se consideró lo más viable mientras que la Dirección General de Patrimonio de la CARM encuentre una solución alternativa. En cuanto al tubo de PVC que yo señalaba, la aclaración recibida es la siguiente: Éste pertenece a una intervención anterior hecha en el yacimiento, y Bienes Culturales, de la Comunidad Autónoma, no ha dado permiso para modificarlo.
Por otra parte matizo otros dos asuntos que yo criticaba en mi artículo, los cuales sí pertenecen a la obra reciente, que son las cajas de registro y los tubos de los cableados eléctricos a la vista. La explicación técnica, que yo veo razonable, es que tanto las cajas de plástico de los registros, como los tubos de los cableados eléctricos, son una solución reversible (pues había que dotar de electricidad al yacimiento evitando hacer rozas o excavaciones en el suelo), y es la única que permite Patrimonio y Bienes Culturales, que son los órganos competentes en la materia.
Rectificado y matizado lo anterior, yo les quería hablar aquí de otro de los festejos ausentes en este 2020: la Romería de la Virgen del Buen Suceso a su ermita, en el monte de la Atalaya. ¡Cómo nos ha cambiado la vida este puñetero Covid-19! Pero hemos de tomarnos de la mejor manera esta «nueva normalidad», tenemos que cumplir las normas sanitarias a rajatabla. De momento, y aunque hay nada menos que diecinueve proyectos de vacuna en marcha, la pandemia campa por sus fueros, y no podemos hacer otra cosa que ser conscientes, educados y solidarios: guardar las distancias interpersonales, usar mascarilla siempre que salgamos de casa (en las terrazas de los bares también hay que llevarla: se la baja uno para echar el trago y se la vuelve a subir), evitar reuniones que excedan lo permitido y extremar la higiene personal, de manos sobre todo.
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