El otoño se ha ido, y sabemos cómo ha sido (melocotonar en Cieza, Murcia) |
Miren, el asunto del cambio climático no es sencillo. Nuestro planeta está «vivo» y se mueve (lo dijo Galileo, por lo bajini, cuando ya se había librado de la quema). Se mueve de forma constante la atmósfera, se mueven sin parar los océanos, se mueven los continentes y se mueve el magma fundido del interior. Todo forma parte de un fabuloso sistema, el cual, ¡oh maravilla!, parece ser el idóneo para que exista la vida; de hecho, está plagado de vida.
La Tierra es joven: solo tiene unos cuatro mil y pico millones de años. El Sol tampoco está muy cascao; según dicen los sabios aún tiene cuerda para rato, y pasarán unos 5.000 millones de años antes de que se le gaste el «combustible» y empiece a enrojecer (el combustible de las estrellas es el hidrógeno, el cual mediante una poderosa reacción nuclear de fusión se va convirtiendo en helio, que es como si fuera «la ceniza», el rescoldo mortecino).
¿Cuántas veces creerán ustedes que nuestra querida Tierra ha cambiado sus distintos climas en los últimos millones de años? Yo no lo sé. Pero este planeta no viaja por el Universo con unos «termostatos» fijos, unas constantes determinadas (y nosotros, los pobrecicos humanos, somos un producto del momento, unos piojillos). Miren, aquí ha pasado de todo: glaciaciones y periodos interglaciares los ha habido por un tubo. Desastres de efecto invernadero, ni les cuento; uno de los más sonados ocurrió hace 66 millones de años —ayer como quien dice—, cuando cayó un pedazo de meteorito bestial en el Yucatán, (México) y se cargó a los dinosaurios y al sursuncorda viviente de todo el orbe terráqueo. Pero eso, al planeta, ¡como si lo peinaran!: aquí está, como la Puerta de Alcalá. ¿Por qué comento esto? Pues porque van por ahí los listillos diciendo que nuestro planeta está en peligro. De eso nada; los que estamos en peligro somos nosotros, con nuestras civilizaciones y nuestras culturas. ¡El ser humano y sus culturas de «progreso» son los que están en peligro! ¿Hay que tomar ya medidas serias y efectivas para evitar nuestra autodestrucción? Sí, por supuesto. ¿Es sencillo? No. ¿Saben por qué no es sencillo? Por la política, por la puñetera política. Les pongo un ejemplo:
Entre los gases carbonados que producen efecto invernadero en la atmósfera, uno de ellos es el metano. ¿Qué cosas estamos haciendo que influyan en la liberación excesiva de metano? Muchas: la combustión del petróleo en sus diferentes formas, la combustión del carbón mineral, los incendios forestales o las vacas, por ejemplo. ¿Las vacas producen metano? Eso dicen los sabios, que una ventosidad de una vaca lleva tal cantidad de metano que puede marchitar las flores. Imaginen por un momento un millón de vacas ventoseando: ¡el acabose! ¿Medidas contra eso? Comer menos chuletón de vaca para que haya menos granjas de bobino; reducir la cabaña de vacuno; hacernos vegetarianos. ¿Dónde? Aquí, en España mismo, que somos los más quijotes. ¿De cuántas vacas nos podemos deshacer en nuestro país, diez mil, cien mil? Pos venga, ¡cien mil ventosidades de metano menos! Pero…, y digo yo, ¿alguien va a ir y decir al gobierno de la India que reduzca los ¡ciento sesenta y seis millones de vacas sagradas! que pululan por las calles de sus ciudades tirándose pedos? No creo; eso es un asunto muy delicado. De modo que mientras nosotros tomamos unas verduricas para evitar el chuletón y el pedo de la vaca, ¡ciento sesenta y seis millones de pedos de metano! se elevan desde la India hasta envolver el planeta. Y no es broma, ¡eh!
Esto es cosa seria. Veinticinco mil personas han venido a Madrid (en aviones, que es el medio más contaminante para la atmósfera) con el fin de debatir sobre cambio climático. Pero la estrella ha sido, sin lugar a dudas, la muchachica sueca. Yo creo que desde que Orson Welles dramatizara en la CBS, en 1938, la Guerra de los Mundos, de H.G. Wells, no se ha había logrado una exposición más convincente y cargada de sentimientos sobre una tragedia a nivel mundial: el cambio climático. Oiga, como producto de marketing, ¡inmejorable! Ya hacía falta que les echaran en cara a los líderes mundiales algunas cosicas; y además el desparpajo que tiene la chita, que no se corta un pelo. Hombre, yo hubiera pulido un poco más eso de que le han «robado» su niñez. No, eso no está bien traído, nena. Me encanta que les dieras caña al Putin, al Trump y al chino Xi Jimping, cuyos países no se privan de contaminar a lo bestia y nos llevan a la ruina medioambiental del Planeta, pero hacer pucheros porque «te han robado tu niñez», en cierto modo, es una ofensa a los millones de niños explotados o prostituídos que malviven en el tercer mundo, los cuales, con o sin cambio climático, ni han tenido niñez, ni la tienen, ni la esperan.
Sin embargo, al César lo que es del César; reconozco que la chica ha puesto incómodos a algunos políticos; sin embargo, mera anécdota y a otra cosa, mariposa. ¡Ni dios quiere apearse del «progreso contaminante!». Y si se toma alguna medida, aquí en la España quijotesca, será para darle en la cepa de la oreja al autónomo de la C-15 de gasoil, que tiene que currar y afrontar pagamentas; pero no para prohibir a las compañías aéreas los vuelos «low cost», que han hecho que vuele en avión hasta el gato y hay diariamente cientos de miles de aviones en el aire ensuciando la atmósfera del Planeta, por poner un ejemplo.
©Joaquín Gómez Carrillo
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