Paraje de la Hoya, junto al Paseo Ribereño de Cieza (Murcia) |
Dice mi amigo, el poeta ciezano Manuel Balsalobre, que el río baja siempre «con su escritura en la boca». El río Segura lleva ya unos cuantos millones de años forjando este valle. Él, lamiendo la piedra con sus aguas, «construyó» el Cañón de Almadenes, y, quizá con sus sedimentos aluviales de un periodo muy remoto, la «losa del pueblo», sobre la que se asienta el casco histórico de nuestra ciudad. El río, «Thader» para los romanos, «Bermejo» para los árabes y «Segura» para nosotros, es el «señor» de estas tierras fértiles que nos dan de comer. Quizá para una cultura primitiva, este río nuestro fuera también un «dios», lo mismo que el Nilo era considerado por los egipcios de los faraones. (Sobre aquel los sacerdotes predecían las subidas anuales de su caudal y los periodos de abundancia y las hambrunas. Aquí no hemos llegado a eso, por eso a veces «nos pilla en bragas»).
Pues lo mismo que el Nilo —decía—, el Segura también durante miles de años, con su régimen de aguas torrenciales, se desbordaba en época de muchas lluvias, anegando los campos agrícolas y devastando los cultivos. Y la gente estaba secularmente acostumbrada a que viniesen periódicamente las «riadas». Entonces el río «quitaba» y «dejaba». Quitaba una cosecha, una plantación o un terreno «robado» quizá a sus dominios fluviales; y dejaba, como el Nilo, una fertilidad asombrosa en las tierras cubiertas de limo; o dejaba un metro de arena en los «sotos», que había que retirar con esfuerzo.
Entonces los parajes estaban muy poblados por campesinos. Hoy en día no es así: ahora están habitados por gente urbana que ignora en muchos casos los modos rurales y la sabiduría ancestral del campo. Hasta hace sesenta, setenta u ochenta años, a nadie se le ocurría construir una casa en terreno de «dominio fluvial»; era raro, al menos en los campos de Cieza, que hubiesen casas, chabolas, cobertizos o corrales, por debajo de los quijeros de las acequias o en terrenos inundables de ramblas. La gente entonces era sabia, y respetuosa con el medio ambiente y con las «escrituras» del río y de las diferentes ramblas afluentes. Pero nos hemos vuelto muy listos para unas cosas y muy ignorantes para otras. Y, sobre todo, actuamos muchas veces menospreciando el poder de la naturaleza.
Ahora nos compramos una tahullica en cualquier parte, aunque sea en la mismísima orilla del río, y en seguida nos hacemos una casica (al modo urbano) con barbacoa y piscina. «No va a pasar nada —pensamos—. La última riada fue hace más de 30 años. Además, ahora está la presa del Judío y ya no va a haber más riadas». Eso creemos. Amueblamos la casica (en terreno inundable) con todas las comodidades urbanas y a disfrutar.
Pero no contábamos con esto, con la DANA (antes se diferenciaban solo dos formas de llover: «nube» y «temporal»; antes no habíamos estudiao tanto para saber si era «gota fría» o era «DANA»). Mas lo que está claro es que no contábamos con que estos días pasados nos cayera la intemerata de lluvia (¡mucho más que cuando «enterraron a Zafra!», que ya es decir). Pero fíjense que en 1986, la riada fue mayor, ¡bastante mayor!; yo tengo fotos del Fatego y, en las porterías del RAM del Colegio de la Era, faltaban dos palmos para llegar el agua al larguero; y además aquella riada vino con «alevosía», pues aquí en Cieza no cayó ni una gota y estaba el sol fuera.
No obstante, estas lluvias torrenciales han provocado muchos daños, y no solo en las casicas del campo que se han inundado por las aguas fluviales del Segura o de las ramblas (la del «Agua Amarga» no tiene presa de contención y, cuando «saca su escritura» y dice aquí estoy yo, se lleva para adelante al sursuncorda), sino que también ha perjudicado los cultivos agrícolas y las infraestructuras de fincas: vallados, muros, caminos...
Pero dentro de lo malo hay que ver lo positivo. Lo principal es que no ha habido daños personales en Cieza, y eso es lo más importante. Lo demás ya lo iremos arreglando poco a poco (además, en cuanto al tema económico, parece ser que el Consorcio de Compensación de de Seguros se va a hacer cargo de cubrir bastantes pérdidas). Por otra parte, cabe destacar que ha habido una adecuada gestión del problema por parte de las autoridades locales responsables; mientras que la respuesta de los colectivos de voluntariado, como Protección Civil, Cruz Roja, Cáritas, Piedras Vivas, etc., ha sido excelente, y eso ayuda mucho a paliar la angustia de las personas damnificadas en los momentos difíciles.
Mención especial quiero hacer, dentro de esta encomiable acción del voluntariado, a los colectivos juveniles más importantes de Cieza, cuales son los «Scouts» y la «OJE». Me asegura mi amigo Pedro Ríos, jefe provincial de OJE, que han trabajado juntos ambos colectivos y que se han volcado en atender a personas necesitadas, para achicar agua en viviendas, limpiar barro, llevar ropa a quienes lo necesitaran, colaborar con la Policía en la evacuación de familias, prestar bombas de agua, etc.; incluso entretener en el Albergue a los niños evacuados del Cabezo de la Fuensantilla. ¡Chapeau por estos jóvenes!, mujeres y hombres, de espíritu altruista y acción solidaria. Nuestra sociedad no puede prescindir de ellos.
©Joaquín Gómez Carrillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario