No me resigno a aceptar como normalidad algunas cosas de mi barrio y de mi pueblo. Y bien saben mis lectores que no escribo esto ahora porque estemos al “canto de un duro” de las elecciones municipales. Saben ustedes que llevo la tira de tiempo escribiendo sobre algunos problemas que duran más que el conejo de las pilas. Se trata de un asunto objetivo, no tiene color político, y está ahí años y años esperando que se tomen medidas eficaces por parte de los responsables. Hablo de la limpieza del pueblo y alrededores. Da la impresión de que tal cosa sea un imposible, como esas ecuaciones matemáticas que no tienen solución. Más no me resigno a esta situación, que lejos de corregirse, parece que aumenta día a día. De modo que vuelvo retomar el tema, a riesgo de repetirme más que la morcilla. Y que me perdonen quienes interpreten mi crítica como un agravio personal.
Subo el domingo, 28 de abril, a votar (bueno, a las 8 ya me había presentado en mi mesa electoral porque me nombraron “suplente del suplente del presidente”, mas, todo en orden, regresé a casa) y, siendo un día tan señalado, en que todo el mundo iba o venía por la calle de ejercer su derecho al voto, contemplo el espectáculo basurero en algunos puntos de recogida, ¡un domingo en la mañana, y electoral para más inri! Pues una de dos: o por la noche no recogen los residuos esturreados cuando van a vaciar los contenedores, o es que la gente es madrugadora para esparcir envases, enseres y otras inmundicias, en los puntos de recogida.
Miren, como ya les he comentado en anteriores artículos, cuando viajo me fijo mucho en esas cosas. Y los pueblos más limpios, resulta que, cual aquel “hombre que era feliz y no tenía camisa”, son los que no tienen contenedores de recogida, o los ponen durante unas horas y los retiran inmediatamente, como en Oviedo. No he visto ciudad más limpia que la capital asturiana, que parece un museo al aire libre; desde luego, es un entorno urbano donde da gusto vivir, y sueño con que mi pueblo llegara un día a ser lo mismo. Yo observé en el centro monumental de Oviedo, cómo un camioncico, a media tarde, iba dejando unos contenedores pequeños de tres colores distintos, y un poco después pasaba a retirarlos con las bolsas de la basura. Porque los residuos domésticos orgánicos se pueden reducir y caben en una pequeña bolsa bien cerrada; mientras que los envases, igualmente aplastados, chafados y reducidos, no tienen por qué ocupar grandes bolsas y colapsar los contenedores, como ocurre en Cieza, que a veces (y el concejal responsable no me dejará mentir), atascan un bidón en la boca del contenedor y luego, mientras que el resto de residuos lo van dejando fuera, el propio contenedor se halla vacío.
He visto lugares donde estimulan a la ciudadanía con frases filosóficas para que cuiden el entorno y vigilen sus perros, que, por conciencia y por educación cívica, los dueños no los deben meter a mear y cagar en los jardines ni en las plazas o paseos donde juegan los niños. Algo así pude ver en Suances, Cantabria, en el último viaje que hice con mi mujer, y, tanto me gustó la idea, que escribí un artículo sobre ello, cuyo título era una de aquellas frases: “Lo que nos hacer personas”).
Por motivo de que mi hija Victoria Elena reside en Suiza, también he visitado varias veces aquellos lugares. Y no soy yo de los que ponderan en exceso las bondades del extranjero, mas como les dije antes, me fijo en cómo hacen para que todo esté limpio y el ambiente urbano sea agradable. Ahora vive en Bellinzona (antes, en Lugano) y, ¿saben ustedes cómo retiran los residuos sólidos en este precioso pueblo de los tres castillos? Pues les cuento: No hay contenedores en las calles. No señor. De modo que se recogen de la siguiente manera: las bolsas de basura orgánica, que han de ser homologadas con el escudo del ayuntamiento (allí se llama “el municipio”), todas del mismo color, las recogen solo dos días a la semana y a media mañana. Las bolsas, cuyo precio se supone que ya sufraga parte de la tasa por el servicio municipal, con los residuos orgánicos reducidos y apretados, bien cerradas éstas, se dejan en la puerta de la vivienda y, un camioncico pasa y las retira. La gente sabe, primero: que ha de utilizar la bolsa municipal y que, por su propio ahorro, debe reducir la basura; y segundo: que no puede sacarla en días o en horas no autorizadas. Y no pasa nada. (Yo, en mi casa comprimo mi basura orgánica y saco mi bolsa cada tres o cuatro días). ¿Y los envases de plástico y el vidrio? Pues allí, en Bellinzona, cada cual, cuando tiene acumulada cierta cantidad en su casa, la coge es una bolsica cualquiera y la lleva a los puntos de clasificación y recogida de envases, que se hallan en recintos municipales cerrados (los abren a ciertas horas); allí echan los envases en los contenedores sin meter la bolsa. No es ningún problema el hacer las cosas bien, y las buenas costumbres se adquieren con la práctica y la conciencia de respetar tu pueblo y a tus vecinos.
Pero aquí aún tenemos que “comer muchos panes en migas”, como decía mi abuela, para corregir nuestra indolencia y ser menos “espachaos”.
©Joaquín Gómez Carrillo
Totalmente de acuerdo, amigo Joaquin. Todos los días que voy a trabajar me llevo mi vote de cerveza, y en alguna que otra ocasión, una lata de conservas de pescado. y todas las latas las meto en una bolsa, cuando esta ésta llena, la deposito las latas en el contenedor correspondiente. Lo propio hago con los cartones de las latas de conservas, meto un dentro del otro y lo deposito en el contenedor del cartón. Las cosas son sencillas y fáciles de hacer siempre y cuando haya voluntad por nuestra parte, pero por desgracia somos pocos quienes tenemos voluntad de hacer las cosas medianamente bien. Un saludo, amigo Joaquin.
ResponderEliminarGracias querido amigo por tu siempre inteligente comemtario (sé quién eres y admiro tu prosa sincera).
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué asco de pueblo! Cuánta razón tienes Joaquín. Los sitios donde están los contenedores son verdaderos estercoleros. Las calles llenas de excrementos y orina de perros, las esquinas y las farolas con olor nauseabundo. Alguna farola caerá con la base, podrida por la orina. Y otro asunto que no quiero dejar de comentarte es con respecto a las moreras; como no las han podado; he oído comentarios que dicen que para que no se estresen (no sé porqué, pues todos los árboles frutales se podan y no les pasa nada),pues el suelo, las aceras están llenas de moras pisadas, un lodazal, con un aspecto horrible, además del peligro para los viandantes. Se ve que el concejal responsable del asunto no lo ve o no le importa.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por tu interesante comentario. Sé que hay muchas personas a las que les duele nuestro pueblo y nuestro barrio, como me duele a mí. Me parece muy bien que haya diversión y participación ciudadana, pero no solo en el sentido de organizar fiestas de barrio, que siempre dan mucha alegría, sino que ese mismo deseo de participar en la vida social de los barrios o parroquias, sea también objeto de la decencia de nuestro medio urbano.
ResponderEliminarSaludos.