Cantabria, año 2011 (al fondo, los Picos de Europa) |
Como hemos empezado nuevo año en nuestro calendario, “el gregoriano”, el más perfecto e importante del mundo, creado en el siglo XVI por un matemático alemán jesuita, en base a estudios hechos por científicos de la Universidad de Salamanca (existen otros calendarios más antiguos, como el judío o el chino, incluso el llamado “juliano”, mandado hacer por Julio César, que aún lo usa la iglesia ortodoxa rusa y va con un puñado de días de retraso; o también el árabe, basado en los ciclos de la luna, tan poco exacto, que hace casi imposible concordar fechas históricas suyas con las nuestras y el ramadán les cae en cualquier estación), pues nada mejor que, al inicio de un año nuevo, como les decía, el hacer una mención de buenos deseos para ver si alguno se cumple.
Podemos ordenar los deseos en una especie de lista que vaya desde los más importantes a los menos; o que vaya desde los más universales a los más particulares; da igual, con tal que sean buenos deseos y que se puedan cumplir. También podemos ordenarlos en deseos de justicia y prosperidad para todos, y deseos de ambición personal propia; pues no es lo mismo desear trabajo y bienestar para todo el mundo, por ejemplo, que desear que le toque a uno la lotería; no es lo mismo.
En fin, yendo al grano, podemos desear para este año 2019, recién estrenado, que no mueran más gente en el Mediterráneo intentando venir a Europa. Difícil, ¿no?, pues la realidad es desoladora y no tiene visos de arreglarse. Decenas de miles de personas, sin nada que perder, salvo la vida, seguirán intentando llegar a nuestras costas. Y los políticos de la vieja Europa se mantendrán en sus trece de poner todas las trabas posibles para no acoger pobres en sociedades ricas. Solo y de manera muy selectiva, y dando mucha importancia mediática, permitirán de vez en cuando el desembarco de cierto pequeño número de inmigrantes, y solo los recogidos por determinadas embarcaciones; al resto, que les parta un rayo, que les apliquen todas restricciones a la inmigración. Ya saben ustedes a lo que me refiero: Nos vestimos y nos publicitamos de “buen samaritanismo” acogiendo a unos pocos cientos que vienen en determinado barco, y volvemos la espalda a los miles y miles que no paran de llegar en pateras todos los días del año. Esto es muy serio. La historia de Europa va a cambiar, está cambiando ya; y no es por las devastadoras guerras que siempre han enfrentado a nuestras sociedades y naciones desde siglos. Ahora va a cambiar de forma pacífica e irreversible: por los intensos flujos migratorios provenientes de otras culturas, de otros países y continentes; y eso hay que aceptarlo y asumirlo. Y solo se me ocurren dos formas principales de actuar: ayudarles a venir y repartir lo que tengamos aquí entre todos, o ayudarles en sus países de origen, fomentando allí la paz, la justicia y la prosperidad. Y miren lo que les digo, si lo calculamos por el costo económico, yo creo que es más caro levantar sofisticadas vallas y altos muros; construir centros de hacinamiento para las devoluciones, y pagar un dineral a países africanos para que acepten dichas devoluciones (que al final es el juego del tócame Roque: cuantos más subsaharianos salten la valla de Melilla, más negocio para Marruecos por volverlos a aceptar devueltos), creo que cuesta más todo eso, digo, que organizar políticas integradoras para que se queden aquí y sea lo que dios quiera. Pues si aquí no paren lo suficiente las mujeres españolas, habrá que salvar nuestra demografía con los partos de las extranjeras y de las españolas de origen extranjero, o dentro de unos años no habrá dios que trabaje para mantener el inmenso gasto social de una población envejecida.
Otro deseo para este año que comienza, sin lugar a dudas, es que no mueran más mujeres y niños a manos de asesinos de la violencia machista. También es difícil, ¿no? Pero este es un mal social que sufrimos y, hoy por hoy, parece que no tenemos claro cómo afrontarlo. Da la impresión que toda la pólvora se gasta en salvas; todo son gestos, declaraciones (de justa indignación) para la galería y palos de ciego. No. Decididamente, no vamos bien por ese camino. Aquí todo son derechos del delincuente y muy pocas garantías para que la mujer pueda ejercer sus libertades. Y ya, cuando la cosa se utiliza para la batalla política de los partidos y grupos sociales altamente ideologizados, malo. Yo he dicho otras veces una barbaridad: si en lugar de ser mujeres (extrajeras muchas de ellas, que no llegan a nombrarse en un telediario) las casi cincuenta asesinadas en 2018, si en lugar de mujeres, repito, hubieran sido políticos de toda ideología, esto hubiera dado un vuelco; ¡vaya si lo hubiera dado!; los partidos habrían hecho una piña y los gobiernos habrían adoptado medidas, medios y protocolos mucho más importantes y drásticos que los existentes para la violencia contra la mujer; ¡ya lo creo! Pero no; por el contrario, los voceros políticos nos hacen pasar la vergüenza de escuchar sus cansinas e idiotas discusiones para llegar a ninguna parte de la solución. Y mientras tanto, los asesinos y delincuentes machistas, se pasean, salen de permiso de las cárceles para cometer nuevos crímenes, o lo que es peor: a veces casi ni entran en ellas.
©Joaquín Gómez Carrillo
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