INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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12/6/22

Paisajes urbanos de Cieza, IV

 .

Hace varios siglos, la Cieza que se había formado en torno a una pequeña ermita en la cima de una colina, casi sin defensas, y que fuera saqueada, violada y asesinada, por los moros de Granada en 1477, comenzaría luego a crecer en todas direcciones. Aquí vemos la parte humilde que descendió en cuesta por la ladera Oeste con sus casicas pobres, hasta la orilla de la Acequia del Fatego, que abrazaba el pueblo con su curso de vida y fertilidad entre quijeros de barro. 

Por una ironía del destino, en la Calle Libertad se hallaba la cárcel. Hasta principios de los años cincuenta, el Camino de Murcia era aún la carretera general Madrid-Cartagena. Pues aunque la Gran Vía estaba trazada tiempo atrás, no fue hasta que expropiaron una parte de los terrenos de la Tejera de los Sánchez, cuando la abrieron al tráfico y echaron por allí la Nacional 301. Así que anteriormente todo el tránsito de vehículos de dicha ruta radial, que entonces no eran muchos, atravesaba Cieza por el Camino de Madrid, Puerta de la Villa, Calle Mesones, Esquina del Convento y Camino de Murcia. Por ahí pasó el rey Alfonso XIII, casi un fugitivo, de huyenda y a deshoras de la noche, cuando se marchó de España para dejar paso a la República ilusionada en 1931(en Cartagena le esperaba el crucero Príncipe Alfonso, buque insignia de la Armada, que zarparía de inmediato con rumbo a Marsella; y luego, en tren, el monarca llegaría a París); y por ahí pasó el convoy de camiones con el oro del tesoro nacional que Negrín regaló a Stalin por su bella cara, empaquetados los lingotes en cajas de munición, camino también de Cartagena, donde esperaban tres barcos rusos para llevárselo hasta el puerto de Odesa (y luego, en tren, a Moscú). Y por ahí pasó, en dirección contraria, la «caravana caliente» con munición para alimentar el monstruo de la guerra en el verano de 1937, cuyo último camión repleto de bombas, rezagado, chocaría  pasada la media noche con el tren Correo en el paso a nivel de Los Prados, originándose una catástrofe humana de grandes dimensiones.

Yo conocí al «Tripa» y a la Paca del «Tripa» cuando ya eran mayores. Estos habían regentado años atrás la famosa «Fonda del Tripa», en el Camino de Murcia, donde acudían a comer torerillos y cantantes de la copla que iban de paso. En la fonda habían acogido de sirvienta a la «Nena», cuando era jovencica y llegó de Jumilla buscando cómo medrar; luego, jubilados ellos, la siguieron manteniendo a su servicio en su piso de la Torre de la Plaza de España. La «Nena del Tripa», oronda, con su cara azul, septuagenaria que no conocía el mar, cuidaría de la Paca hasta su muerte, que entonces la pobre recogió su humilde ajuar y se marchó a un pisico que había adquirido con sus ahorros de toda una vida en la Carreterica de Posete. Pero de eso, de la «Fonda del Tripa», hace ya muchos años, pues eran los tiempos en que aún estaban en la Esquina del Convento la «Posada de la Sorda» y el surtidor de gasolina.

Tras la maldita Guerra, como estaba intervenida la gasolina, había un retén militar que hacía guardia en dicho surtidor. El soldado Ortuño, que era de Yecla y había luchado en el frente de Castellón con apenas dieciocho años, estaba allí de plantón un día, cuando vio pasar una chica, rubia como un ángel de Fra Angélico, y se enamoró de ella; y, ante la tímida negativa de la muchacha, este amenazó: «…O me aceptas o le pego fuego a tu pueblo»; ella aceptó, pues nadie sabe lo que es capaz de hacer un hombre enamorado. La bella joven era hija de la Alcolea la «Alpargatera», una mujer que se ganaba la vida cosiendo alpargates en las inmediaciones y que al parecer, en los tiempos difíciles del treinta y seis, conservaría la cabeza decapitada de San Juan en el fondo de un arca.

En la Esquina del Convento habían hecho una gran hoguera los «quemaiglesias» e iban sacando de San Joaquín todos los objeto sacros susceptibles de arder y echándolos al fuego del fin del mundo. Luego, en el templo del Convento, ya convertido en almacén, se instalaría la «Sociedad Germinal», quitando parte de las losas del suelo y las escaleras de la puerta que da a la Calle Mesones para que entraran las bestias de carga con los serones de pleita (allí almacenaban semillas, abonos, nitratos, etc.). Y cuentan que uno de aquellos fulanos que arrancaban las imágenes de culto de sus peanas para echarlas a la lumbre, muerto de risa, dijo: «¡Toma Alpargatera, pa que le reces!», y le tiró rulando la cabeza de San Juan dentro de la casa. Las escaleras que no quitaron fueron las de la puerta principal; pues desde arriba de ellas el alcalde «Pancharra», la noche fragorosa del mes de julio que explotó el camión de bombas, pediría calma a la gente amedrentada, que había salido de su casa sin saber qué hacer: «¡…Yo me desplazaré a comprobar lo que ha ocurrido!», dijo Antonio García Ros, alcalde perteneciente a la CNT, bajo cuyo mandato el ayuntamiento había emitido papel moneda: los famosos billeticos «pancharras». (En febrero de 1937, por un decreto del Ministerio de la Gobernación, habían echado a los concejales electos de 1931 y habían metido a dedo a representantes de partidos, sindicatos y agrupaciones, todos de izquierdas.)

En el Camino de Murcia, muchos años después se veía desportillado el muro que tapiaba el Solar de Doña Adela. Doña Adela, con intención benefactora, había donado aquel gran solar al municipio para construcción de obra social. Pero ya se sabe cómo van las cosas de palacio, tarde, mal y nunca; al final, pisos, colmena. En el Solar entonces, como recordarán muchos de ustedes, instalaban las atracciones de Feria, y, aunque algo desangelado, era ideal por céntrico. Mas como su nivel del suelo estaba más alto que el Camino de Murcia, habían tirado un trozo de tapia y hecho como una rampa basta de tierra para que subieran los vehículos de los feriantes: el de la noria, el del tren de la bruja, el de los caballitos, el de los rulos, el de los coches de chocar. Pasada la temporada festera de los pueblos, venía a invernar al Solar «Autos García», con su pista de cochecitos de choque, su pito musical característico y el machaqueo repetitivo de la canción «Black is black» de Los Bravos.

Más abajico del estanco de «la Pulga» se encontraba la Cárcel, ya sin presos, que lo era del partido judicial; allí tenía su Jefatura la Policía Municipal y estaba también la Casa de Socorro (entonces no había «urgencias» ni nada que se le pareciera, pero en la Casa de Socorro hacían guardia un médico y un practicante, y si pasaba algo ellos acudían en seguida; recuerdo a Roque, con su Vespa, ¡qué amable era!). La cárcel luego la tirarían para hacer un jardín. Unos decían que deberían haberla rehabilitado para otro menester, pero las cárceles tienen un punto siniestro. Y en esta de Cieza había ocurrido el cuádruple asesinato del veintiocho de setiembre de 1936. Mejor borrarla.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

1 comentario:

  1. Anónimo1/1/23, 9:39

    Muy buenos artículos que hacen rememorar a nuestros mayores su vida de cuando eran más jóvenes.
    Muchas gracias

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"