El puente que vendrá

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Exuberancia, árboles cargados de frutos a punto de ser cogidos. Belleza serena, mi nieta Paula visitando lugares de Cieza; ese  día tocaba el paraje La Parra y las Presas de Chápuli, allá donde nacen las acequias Andelma y Los Charcos.

Yo no sé los años que llevan prometiendo el «tercer puente» sobre el río Segura (el tercero para el tráfico rodado, se entiende, porque el histórico Puente de Alambre y las dos pasarelas esas tan bonicas, de madera: la del Arenal y la de la Presa, no cuentan para el paso de vehículos; tiene otras utilidades).

El primero es el Puente de Hierro, al cual deberían ensanchar las aceras peatonales a ambos lados, por dos motivos: en los últimos años hay un considerable paso de personas a pie que van y vienen de los lugares de paseo y deporte de la orilla del río y Paseo Ribereño, y también por el lógico y creciente tráfico rodado por la calzada. Este, el actual, es un magnífico puente sobre el río, que se construyó por los años cincuenta para eliminar el anterior, de hierro (de ahí el nombre), con el piso de tablas y dos vigas longitudinales por donde centraban sus ruedas los carros y demás escasos vehículos a motor. Contaban los viejos que el puente aquel estaba «falseado» desde que pasaron por él con la pesada maquinaria del Salto de Almadenes; no aclaraban, los viejos, si eran las máquinas originales de la construcción, allá en 1925, o algún artilugio trasladado en posteriores reformas de dicha central hidroeléctrica. De una forma o de otra, el primitivo puente, con sus puertas (se podía cerrar) y su guarda permanente que velaba por su correcto uso: lo mantenía limpio (de excrementos de las caballerías sobre todo) y reparaba cualquier desperfecto en las tablas del suelo, digamos que ya se quedaba escaso y, a primeros de los cincuenta, pensaron darle el cambiazo. Además, cabe la posibilidad que, si no «falso», es posible que estuviese «rendido» (es algo que ocurre a los metales cuando trabajan: «se rinden»). Decían también los viejos que el contratista, que se hizo cargo de retirar las toneladas de hierro, halló una grata sorpresa (para su lucro) con la que no contaban en el proyecto de demolición: las enormes vigas del puente se apoyaban en sus extremos sobre cuatro grandes y pesadas placas de cobre, semiocultas en la obra, para permitir los desplazamientos propios de la dilatación de los metales.

El segundo puente sería el del Argaz (algunos dicen «el puente de la Policía). Es un puente joven; no recuerdo bien el año pero creo que estaba de alcalde Paco López, que en proporción (presidió el ayuntamiento sólo cuatro años) fue el alcalde que más cosas hizo en Cieza. Este puente era necesario para dar salida, y entrada, al paraje del Argaz y, con la construcción del Paseo Ribereño, por aquellas fechas también, se convirtió en puerta de acceso para paseantes, ciclistas y demás personas. Se trata de un puente de un solo vano pero con amplitud y fluidez para el tráfico. (Una de las dos gigantescas grúas utilizadas para la colocación de las vigas, la que debía emplazarse en la margen derecha del río, tuvo que subir hasta el Ginete y bajar por la carreterilla de la orilla de la Presa, pues le fue imposible doblar, en el Puente de Hierro, en dirección al Molino Cebolla, ya que al parecer aún no habían ensanchado ese cruce).

Pero, ¡ay!, el puente que vendrá, el «tercero», a pesar de ser muy necesario, no se sabe cuándo ni dónde. Una incógnita. La última promesa era que lo iban a hacer por ahí por el Ginete. ¡Muy bien! Por el Ginete conectaría las dos riberas, desde una carretera secundaria: la del Pantano Alfonso XIII (que es de la Confederación Hidrográfica, ¡ojo!, y la última vez que se les pidió su reparación, respondieron que para el uso que hacían ellos les importaba un bledo cómo estuviera), con otra secundaria: la de Las Ramblas o la de La Parra. ¿Útil? Sí, mucho. Sería muy útil el poder pasar el tráfico de uno al otro lado del río, porque, ¡manda narices!, que para ir de La Veredilla al Horno haya que dar la vuelta por el pueblo.

Pero anterior a este proyecto (si es que existe) había otro mucho más importante: conectar la carretera de mula directamente con la autovía. Es decir, el puente se situaría por la Brujilla, más o menos, y el ramal de carretera, que empalmaría más arriba del Maripinar, cruzaría el río, subiría por Barratera, donde habría una rotonda junto a la gasolinera de Barceló, y continuaría hasta la glorieta de La Cabaña. Este proyecto es el que más años tiene, y es el que más veces lo han prometido los políticos, y, desde luego, el más importante, pues quitaría un montón de tráfico al tramo de carretera del Maripinar, los Olmos, el Puente de los Nueve Ojos, el Puente de Hierro y, sobre todo, se evitaría a muchos camiones de gran tonelaje la tortuosa entrada a Cieza por el esquinazo de Los Pajeros y la estrechez de la Calle Juego de Bolos. De modo que esa sí que sería una buena obra, de la administración que corresponda.

No sé si fue en tiempos de Valcárcel (me suena que sí; Paco López estaba a partir un piñón con Valcárcel), cuando se estuvo a punto de comenzar la ejecución de este último proyecto; de hecho se publicó en el tablón de edictos de nuestro ayuntamiento la propuesta de las expropiaciones, para que los propietarios afectados pudieran examinarla y alegar. Pero creo recordar que sólo correspondía al tramo Rotonda de la Cabaña-Rotonda de Barratera. Tampoco sé si los dueños de los terrenos a expropiar (o expropiados) llegaron a cobrar el justiprecio propuesto, o, por el contrario, quedó todo como el rosario de la aurora: cambio de ejecutivo, cambio de planes, y lo de atrás que no valga y lo mío sí (pasa mucho en la política).

Con el Centro de Salud de las Morericas ocurría algo parecido, salvo que el lugar siempre era el mismo: el peor del pueblo; pero pusieron la primera piedra yo no sé cuántas veces. Así que espero que algún día, además de prometerlo, se realice el «tercer» y el «cuarto» puente. Ya que si bien estaría el del Ginete-Los Charcos, mucho mejor estaría el de La Brujilla-Barratera-autovía; o sea, que los construyan los dos, pues los campos ciezanos, divididos por el río Segura, se merecen mejor interconexión que la actual, que para llevar los melocotones de Las Lomas o Perdiguera a las cooperativas de Los Prados o la Corredera, no hay más narices que pasar por dentro del pueblo. 

©Joaquín Gómez Carrillo