INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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29/2/20

El enemigo a las puertas de casa

 .
«Puente de Alambre» sobre el río Segura a su paso por Cieza. (Fotografía de Fernando Galindo)
Mal asunto; ya tenemos el «coronavirus» ese de La China ahí cerquita, en el norte de Italia, a donde tanta gente viaja para hacer turismo, españoles incluidos. ¿Y quién nos dice que el vecino que nunca nos habla, con el que subimos en el ascensor y tose, no ha estado comprando en una tiendecica llena de gente, entre la cual había un fulano recién llegado de Milán, por ejemplo? ¿O quién nos dice que en la cola de súper no hay un individuo que días antes ha ido al aeropuerto a recoger a un sobrino que venía de Berlín con una beca Erasmus, y, entre el mogollón de gente esperando en la puerta de llegadas, se encontraba una señora que había estado días antes en Florencia, donde comiendo en un «vegetariano» le estornudó uno de Corea del Sur que se había «escapado» de la zona cero de China antes del cierre oficial de circulación de personas, eh?

¿Se dan ustedes cuenta del lío? Pero esto es la globalización, para lo bueno y para lo mano. Y el bichico ese, que al parecer saltó de un murciélago o de a saber de qué animalucho de los que venden en los mercados chinos de Wuhan para hacer sopa, saltó, digo, a un ser humano, y por eso dicen que lleva «corona», porque es como el «rey de los virus»: el «coronavirus». Pues resulta que el maldito virus le pilla a uno descuidao, se le mete en el cuerpo y no da la cara hasta 14 o 24 días después, ¡hay fastidiarse!; y mientras tanto uno va por ahí tan tranquilo multiplicando la epidemia a diestro y siniestro. ¡Madre mía…!

Y no digo esto por alarmar, pero si los chinos, que son la gente más lista del mundo, no han sido capaces de atajar la virulencia de la enfermedad en los primeros días y están cayendo por miles, qué no ocurriría aquí, con las urgencias siempre atestadas de pacientes tosiendo y estornudando (ayer, ¡mecagüendiez!, en un restaurante de carretera de la provincia de Albacete, vi como un camarero de la barra se estornudaba en las manos, ¡en las dos a la vez!). Ah, y nuestra sanidad es de las mejorcicas de Europa, ¡ojo! (¡hasta médicos cubanos tenemos, que ya es nivel!). Miren, yo les digo lo que siento: cuando sale un político por la tele y dice que «estamos preparados» para lo que venga (que el Señor nos libre), pienso lo contrario: «¡no estamos preparados!».

De todas maneras, tampoco hay que preocuparse mucho: pandemias siempre ha habido a lo largo de la Historia, y, así hablando en plata, han sido la «solución» para el control de la población mundial. Las pestes y las grandes epidemias diezmaban en un pispás la gente «sobrante» de los países. ¿Saben, por cierto, cuál fue la última gran mortandad de personas por enfermedad contagiosa en Europa? Pues ya ha pasado un siglo de aquello; fue ni más ni menos la llamada «Gripe Española», como lo oyen; ocurrió en el 1918 y se calcula que se cepilló en torno a los ¡cincuenta millones de personas! ¿Qué les parece? Y ahora mueren unos pocos miles de chinos y nos asustamos; ¿pero qué supone eso, hombre, para su explosión demográfica, con un país de más de 1.200 millones de habitantes?

Bueno, les hablo con desenfado para quitar hierro al asunto. Pero lo cierto es que hoy en día con la facilidad que se viaja de una parte a otra del mundo, un virus tan contagioso e insidioso, cuyo periodo de incubación puede tardar casi un mes, es poco más o menos que una bomba mundial. Y además con una propagación fácil y desconocida (uno nunca sabe por dónde le pueden venir los tiros). Yo estuve en Milán este tiempo atrás; hace más de cuatro o cinco meses, ¡ojo!, y viajé en el metro abarrotado, estuve en la «Piazza del Duomo», donde no cabía un alfiler, y en las interminables colas para pasar a ver la imponente catedral gótica (por allí estaban los militares con sus tanquetas y sus fusiles de asalto, y el público no se alarmaba; a ver cuándo sacan aquí también el ejército por Madrid y Barcelona); subí a un tranvía cuerpo a cuerpo con la gente; luego, entre una barahúnda de turistas, entré a la Iglesia de «Santa María delle Grazie», donde se deteriora sin remedio la pintura de la famosa «Ultima Cena», de Leonardo da Vinci (al parecer, el genio quiso innovar en las técnicas de pintar al fresco y no resultó del todo bien); me abrí paso entre el gentío que colmaba la «Galería Víctor Manuel II», y comimos mi hija Victoria y yo en un restaurante «indio», o yo no sé lo que era, donde nos metieron en un altillo como piojos en costura; ah, y antes me había mezclado con la multitud que visitaba el imponente «Castillo de los Sforza». Y para finalizar, no digamos nada de la masa humana que se agolpaba en los controles del aeropuerto de Milán-Malpensa, ni de lo apretujados que íbamos en el avionzucho de la Rayaner: ¡como sardinas en lata…! Pero ya les he dicho que este viaje fue antes de Navidad (bueno, ahora que me acuerdo, en el mes de enero tuve un gripazo de no te menés; pero no, no; ¡quita, quita!, ¡anda ya!; en ese tiempo los chinos aún seguían ocultando a la Organización Mundial de la Salud la epidemia del coronavirus).

Bueno, lo mejor es redoblar las medidas de higiene, como lavarse a menudo las manos con jabón, airear la casa y no meterse en aglomeraciones. Ah, y nada de mascarillas, pue son inútiles; aunque no sé, no sé…, a lo mejor voy a comprarme una de los chinos.
©Joaquín Gómez Carrillo

2 comentarios:

  1. Una realista realidad.
    Ya ves cómo estamos hoy.
    Esperemos que todo vaya mejor que con la gripe de 1918.
    Buen artículo Joaquín.
    Un saludo.

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  2. Muchas gracias por el comentario. Un saludo.

    ResponderEliminar

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"