Indudablemente, las montañas nos acercan al cielo |
“El huevo como baila”, eso es lo que quiere decir en catalán, y es famoso en el mundo entero el baile del huevo sobre un chorro tieso de agua en el claustro de la catedral de Barcelona. Mas nosotros, en nuestra estancia allí, no pudimos verlo porque la costumbre es mostrar tal portento el día 3 de mayo (el templo está bajo la advocación de la Santa Cruz), y cuando Mari, nuestras tres hijas y yo, hicimos aquel viaje a Cataluña era verano, concretamente en el mes de agosto de 1998.
Como ya habíamos visto la Sagrada Familia, que es el templo más singular de la cristiandad, al día siguiente decidimos visitar la ciudad vieja y el Barrio Gótico. Por cierto que el célebre paseo de Las Ramblas no es nada del otro jueves, comparado por ejemplo con el paseo de Alicante, que ese sí que es un verdadero lujo y una obra de arte (el paseo de Cieza tampoco sería moco de pavo, al menos por sus dimensiones, si no fuera por el pegote ese del Cocodrilo, que se eterniza, y porque aquí no sabemos ponderar lo nuestro).
Habíamos dejado el coche por la Plaza de Cataluña y bajamos caminando Ramblas abajo hasta el puerto. (Soy de la opinión que las ciudades y los pueblos hay que patearlos para conocerlos bien). Entramos a las tiendas de los indios, atestadas de guiris que buscaban resolver la cuestión de por qué España es diferente; visitamos las librerías de viejo, admiramos los puestos de flores y nos deleitamos viendo a los mimos, que por unas pelas se pasaban las horas muertas como esfinges; tomamos café en Onda Cero, donde Luis del Olmo emitía su programa de radio matinal, y por fin contemplamos el monumento a Colón.
(La estatua del descubridor de América, que fue realizada para la Exposición Universal de 1888, también tiene su misterio por desvelar, pues el marino genovés está apuntando con su dedo índice, no hacia el continente americano, que se encuentra por occidente, sino hacia el mar Mediterráneo y en dirección a Mallorca; así que átam’usté esa mosca por el rabo, a ver qué es lo que señala Colón).
Pero antes, por la mañana temprano, cuando el atronar de los jumbos despegando del aeropuerto del Prat, rumbo a Moscú o a Pekín, nos había echado del camping, nos fuimos en el R-19 a Montjuic, donde está el “Pueblo Español”, una maravilla de museo arquitectónico al aire libre procedente de la Exposición Universal del año 1929 (ya les hable anteriormente de la vocación internacional de Barcelona y de sus dos “expos” en la historia reciente). Poco más arriba visitamos el parque de atracciones (no tan bonito como el de la Casa de Campo de Madrid, donde mis hijas ya habían gozado años antes) y el Estadio Olímpico, construido también con motivo de la Exposición de 1929 y remodelado para los Juegos de 1992. (Poco después le pondrían de nombre “Lluis Companys”, pues éste fue un prócer de la política catalana víctima de la represión en la posguerra, allí mismo, en el Castillo de Monjuic; aunque él tampoco s’había quedao manco durante su presidencia en la Generalidad y había hecho, o consentido hacer, en Cataluña la mayor “limpieza” religiosa de toda España).
Ni que decirse tiene que donde quiera que íbamos, no había folletos informativos en español y la respuesta bien aleccionada era la misma: “se han terminado”. Pues ya por aquellos años no se podía ocultar el enorme esfuerzo desde las administraciones autonómica y municipal para que Cataluña empezara no parecer España; en cambio, todo el mundo era amable y correcto respondiendo o conversando en español.
Luego por la tarde estuvimos dándonos un garbeo por el Palacio Nacional, con sus maravillosos jardines, sus cascadas de agua y sus fuentes artísticas, ¡una maravilla de la expo del 29! Pero antes de comer, habíamos estado en el Ayuntamiento, en el famoso salón del “Consejo de Ciento” y en la Plaza de San Jaime (en el palacio de la Generalidad, un policía autonómico nos señaló el pasadizo sobre una de las calles laterales por el que Jordi Pujol iba de su casa al despacho, ¡su cortijo, como hacen todos...!)
Y ya entramos a la catedral, muy bonita, de estilo gótico, con torres que nos recordaban a la de Burgos, pero no tan majestuosa como la de Sevilla, ni tan vetusta como la de Granada ni tan alta como la de Murcia, y mis hijas anduvieron por los lugares donde la infanta Cristina se había casado el año antes con aquel muchacho que lo tenía todo y todo lo ha echado a rodar. Entonces, en el claustro, nos unimos a un grupo de guiris y contamos las trece ocas de piedra de Santa Eulalia y buscamos el surtidor donde cada 3 de mayo ponen a bailar un huevo, ¡como lo oyen!, que se tiene sobre el chorro obedeciendo unas leyes físicas inextricables.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 30/11/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
Leer relatos que nos acercan a los pueblos y simbolismos de nuestro país es todo un arte, y eso es lo que tú haces con tu elegancia en el buen uso de la escritura. y la próxima vez viaja el 3 de mayo y podrás ver "El huevo como baila"
ResponderEliminarEnhorabuena Joaquín.
Muchas gracias por el comentario. Celebro tener lectores con sensibilidad y buen gusto.
EliminarUn saludo.