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7/9/09

Un motivo de orgullo

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Camilo José Cela, en su libro “Judíos, moros y cristianos”, decía que las tres vergüenzas nacionales de España eran el analfabetismo, los lobos y las Hurdes (aunque en la tercera posiblemente se hubieran resumido las otras dos). Pero las cosas han cambiado mucho: hoy en día la comarca cacereña, cuyo atraso se hizo público a raíz de aquel famoso viaje del Rey Alfonso XIII, ya no es lo que era en el primer tercio del siglo pasado; sobre los lobos, después de Félix Rodríguez de la Fuente, sabemos que son animales a proteger, auque sigan comiéndose a los corderos; y del analfabetismo, qué les voy a contar a ustedes que no sepan, pues el concepto ha variado enormemente y el problema actual ya no es el no saber leer y escribir, sino la carencia de conocimientos suficientes que nos libren del aborregamiento social y del sutil adoctrinamiento moral ejercido por los gobernantes de turno, a los cuales ni siquiera podemos elegir de manera individual por su valía para el cargo, sino votar en listas cerradas y precocinadas por los intereses políticos de los partidos, que se erigen en una nueva autocracia para el pueblo.

Sobre vergüenzas nacionales, posiblemente, en aquel tiempo en que el nóbel gallego se decantara por las tres antedichas, existía en mi opinión otra mayor: la de ser pobres y tener que emigrar a una Europa que nos miraba por encima del hombro. (Ya no se utiliza la palabra emigrante, pero hubo un tiempo en que los españoles emigrábamos al extranjero con una mano delante y otra detrás y soportábamos con resignación las consecuencias de tener que pedir trabajo en tierra extraña).

Ahora, sin embargo, las vergüenzas van dejando de ser asuntos que ensombrezcan al país entero (aunque admito argumentos en contra); ahora éstas van por comunidades autónomas, por ciudades y por pueblos. De modo que se trata más bien ya de vergüenzas locales, y en cada lugar hay gente que le gusta revolcarse en la suya pensando que le va bien así. Algunas son graves, permanentes y socialmente degradantes para el ser humano, como ocurre en el País Vasco con la estúpida telaraña de la violencia, que envuelve a miles de personas decididas a continuar por ese mal camino. Otras son puntuales o periódicas y, desde luego, no llegan a extremos de gravedad, aunque sí pueden ser motivo de reflexión por lo que albergan en contra del sentido común.
Por ejemplo, yo no digo que enfardullarse de tomate hasta las cencerretas, como hacen todos los años en el pueblo ese de Valencia, sea algo contrario a la honestidad, pero me pregunto: ¿qué instintos primarios inducen a las personas a buscar el gozo y la algarada festiva de una forma tan porcina?

Yo no digo tampoco que establecer un concurso sobre escupir huesos de olivas, o de cualquier otra cosa que se pueda echar uno a la boca, sea algo deshonroso. No. Me parece, en cambio, una forma simpática de matar el rato, y punto; no tiene más enjundia. (Un poco obsesiva, quizá, la idea de exportar como celebridad del ingenio ciezano una estulticia, cuando hay aquí otros potenciales que merecen mejor el destino de los recursos). Pero lo que sí debe de ser motivo de reflexión por parte de todos es el feo asunto en que ha degenerado el entorno de esta competición, ya me entienden ustedes: las borracheras y otros desordenes relacionados con la ingesta de alcohol. ¿Adónde queremos que camine, en cuanto a educación cívica y moral se refiere, la juventud ciezana? Si legalmente no se pueden consumir bebidas alcohólicas en la vía pública, cómo es que mayores y menores de edad beben ese día a “calzón quitao” en plena calle. ¡Una vergüenza! Pero no hablemos de estos perjudiciales modos de diversión, que arrastran al alcoholismo a la juventud. Pues afortunadamente ha habido otros motivos que nos han hecho sentir un poco orgullosos estos días pasados, como por ejemplo, el “V Encuentro Internacional de Música de Cieza”, dirigido por Caridad Galindo, al que este año, como en los anteriores, han acudido excelentes músicos y vocalistas de diversos lugares y países. Y en cuyos conciertos, ofrecidos en el Auditorio de la Casa de las Artes, se interpretaron y cantaron obras musicales con una calidad excepcional. El día 23 de agosto fue el “Concierto de los Profesores”, participando en él, entre otros magníficos intérpretes, el gran violinista ciezano Antonio García Egea; mientras que el día 26, se celebró el “Concierto de Clausura”, en el que intervino una representación de lujo del alumnado, que dejó encantado al público asistente con su voz y su música.
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