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24/9/09

Políticos para una crisis

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El problema actual en España es uno: el desempleo. No sé si estarán ustedes de acuerdo en que una de las plagas de los tiempos modernos, de la Revolución Industrial acá, es el paro obrero. Antes, en el mundo antiguo, no existía este mal social; de hecho cuando Jehová le envió al terco Faraón las siete plagas de Egipto para que liberase a los hebreos, no tuvo en cuenta este terrible azote. Es más, posteriormente, los ciudadanos romanos del Imperio concebían el trabajo como una vileza, por lo que ellos dejaban en manos de los esclavos toda actividad relativa al sudor de su frente (así que cuando las legiones dejaron de esclavizar nuevos pueblos en sus campañas bélicas, el Imperio entró en decadencia porque no trabajaba ni dios).

Aquí y ahora, quizá sea por el descreimiento abierto de este Gobierno ante las posiciones cerradas de los obispos, por lo que nos están castigando los Cielos con la plaga del paro.

Bromas aparte, esto no tiene pinta de arreglarse y todo lo que se les ocurre a los responsables de la economía nacional es una huída hacia delante malgastando la pólvora en salvas. Pues una cosa es dar empleo momentáneo (llámese Plan E, por ejemplo) y otra muy distinta es la creación de puestos de trabajo. Y está claro que lo que se necesita en este país es crear puestos de trabajo, que es lo único que nos va a sacar de la crisis. Pues una persona no puede pensar en un proyecto de futuro para su vida y para los que de ella dependen si no posee la seguridad de un puesto de trabajo.

De acuerdo, ¿pero cómo se crean puestos de trabajo? Hombre, doctores tiene la Iglesia y asesores el Gobierno. Pero principalmente hay dos vías para crear un puesto de trabajo: en la Administración, a través de la oferta de empleo público, y en la empresa privada por medio de la iniciativa empresarial. La primera vía es bastante inviable, ya que lo que sobran en este país multiparlamentario y multiadministracional son precisamente funcionarios. Entonces no nos queda otra que la iniciativa privada, bien haciéndonos trabajadores autónomos, bien formando cooperativas de trabajo asociado, bien aceptando el prestar servicios bajo la dirección y organización de un empresario, o bien haciendonos empresarios, ¡ea!

Ahora bien, ser autónomo no es ningún chollo (se lo digo por experiencia), hay que trabajar hasta el día 20 de cada mes para pagar los gastos. El cooperativismo no está lo suficientemente fomentado, teniendo en cuenta que es fácil crear una sociedad, pero difícil deshacerla (mucho más que divorciarse). Y para hacerse empresario hay que disponer de tres cosas principales: ideas, oportunidades y capital: ideas para innovar en el producto o servicio a ofrecer, oportunidades para entrar en el mercado en el momento adecuado, y capital para arriesgarlo en la empresa. De modo que la opción más fácil, sin riesgos ni mareos de cabeza, es trabajar para un empresario recibiendo en contraprestación un sueldo. Así de sencillo. Y así de complicado, teniendo en cuenta que en la relación jurídica del contrato de trabajo los derechos del trabajador son obligaciones del empresario y viceversa.

Entonces, si todos tenemos claro que del drama del paro, que al fin y al cabo es la cara más fea de la crisis, se sale invirtiendo e la creación de puestos de trabajo, no sosteniendo puestos de paro; si los puestos de trabajo, fundamentalmente, los tienen que crear los empresarios; y si éstos necesitan ver expectativas económicas para decidirse a arriesgar su capital (el altruismo empresarial y las hadas madrinas no existen), ahí es donde pueden arrimar su hombro los políticos (estatales, autonómicos o locales; que nadie escurra el bulto): mediando, negociando y facilitando el camino al empresariado.

Es cierto que desde la cúspide de la Administración del Estado se toman las grandes decisiones y se marcan las directrices importantes (así debe ser); más desde las diferentes administraciones también se puede, y se debe, ejercer un papel primordial en estimular y propiciar la creación de puestos de trabajo por parte de los empresarios. ¿Cómo?, preguntarán algunos. Pues con todas las fórmulas y herramientas legales que posee una administración autonómica o ayuntamiento, que son muchas. Por ejemplo, si un empresario posee infraestructuras, experiencia, ideas y capital para crear cientos de puestos de trabajo en un municipio, pero necesita que se le conceda cierta licencia, permiso, subvención, ayuda, facilidad, recalificación, etc., pues se le recibe con palmas y olivos y se negocia con él lo humana y legalmente posible.¿Qué mejor labor municipal, y social, puede hacer un alcalde, que procurar la creación de puestos de trabajo para su pueblo?
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