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En primer lugar les quiero felicitar a ustedes el nuevo año 2010, ya que por varias razones no ha podido salir “El Pico de la Atalaya” en este periódico desde hace más de un mes. Primero porque me dijeron desde la redacción que con lo de las fiestas no había espacio y luego porque he tenido roto el armatoste del ordenador, y como ya no sabe uno escribir a mano… (Antonio Gala dijo una vez que él escribía con lápiz y sobre las rodillas, cosa que yo no me la creo. ¡Este Gala es un viejo cuco; no se lo coman de vista!)
En fin, hoy se me ha ocurrido que podríamos reflexionar un poco sobre el deber, si es que no está esa palabra pasada de moda. ¿Qué es el deber? ¿Tiene sentido hablar en la actualidad del deber? ¿Tenemos conciencia de cuál es nuestro deber para con la sociedad? ¿Hay un deber colectivo o general y unos deberes individuales de las personas y para con las personas? Y por último: ¿en nuestra escala de valores o prioridades, en qué lugar ponemos cada cual el deber?
Miren, desde hace algunas décadas, las sociedades modernas, y entre ellas, la nuestra, han ido tejiendo un sistema de derechos y obligaciones de los ciudadanos. Derechos que a veces tenemos que hacer valer “a instancia de parte”, es decir, reclamándolos, bien ante la Administración correspondiente, bien ante personas o entidades particulares, porque si no, ¡nanay del Paraguay! Y sobre las obligaciones, tres cuartos de lo mismo, o sea, que algunas de ellas, si no nos las reclaman, intentamos escaquearnos, sobre todo cuado hay que aflojar la mosca. (A Hacienda pongo por testigo. Me acuerdo ahora de un ministro al que le descubrieron que llevaba varios años sin hacer la declaración de la renta y salió llorando por la tele y diciendo que él no sabía eso; aunque lo de las lágrimas más bien supongo que era por la forzada “dimisión” que tuvo que presentar). Pero, ¿podemos considerar el pagar tributos como un deber? Hombre, desde el punto de vista bíblico, ya saben que hay que dar al Cesar lo que es del Cesar.
Mas a lo que voy es que, exceptuando las ineludibles obligaciones de soltar perras, que en eso no se escapa ni el gato, vivimos en la era de los derechos: aquí todo dios tiene derechos. ¡Hasta a los monos les querían dar una carta de derechos! (Ojo, que yo pienso que a los animales hay que tratarlos bien y no hacer judiadas con ellos; pero mayormente por dignidad de las personas, es decir, el acto de torturar a un toro ya es indigno por sí mismo, pero lo es mucho más si se hace para gozo y disfrute del distinguido público).
Luego, además de derechos tan consustanciales con el ser humano, y tan poco respetados, como el derecho a la vida, existen otros muy difusos que no se pueden reclamar ante nadie, como el derecho constitucional al trabajo. A ver cómo se come eso del derecho al trabajo en un sistema de economía libre como el nuestro.
Sin embargo hay otra serie de derechos de nuevo cuño, de los que dicen que nos hacen más libres, aunque pienso yo que no mejores. De modo que algunos gobiernos, cuando no tienen nada más interesante que ofrecer, ya no se preocupan en distraer al pueblo con el clásico “pan y circo”, como siempre se ha venido haciendo desde la dominación romana, sino que ahora a la ciudadanía se la contenta con nuevos derechos. Aunque algunos de éstos, ¡qué lástima!, no nos sacarán de pobres, como aquella escopeta de Platero y yo, “que no mataba el hambre”. Un ejemplo: que hay nosécuantascientasmiles de personas sin trabajo y en serias dificultades económicas, pues que no se preocupen, que ahora tienen derecho a contraer nupcias con individuos de su mismo sexo. Que les han echado del piso porque no pueden pagar la hipoteca, tienen cinco hijos y están todos en el paro con la prestación agotada, pues que se den con un canto en los dientes, que ahora las embarazadas tendrán derecho a abortar en cómodos plazos.
Bueno, vale, pero y los deberes; porque esto es como el yin y el yan: si hay muchos derechos tiene que haber también deberes. ¿Sabemos cuáles son nuestros deberes como miembros de esta sociedad? (En el ámbito laboral, el deber principal es el de obediencia al jefe, con matices, claro).
Antes, cuando estaba la mili forzosa, existía el deber para con la Patria (de amarla y defenderla hasta la última gota de sangre, que decía el coronel en la jura de bandera); pero ahora, ni eso. Ahora en el ejército lo que hay es una relación profesional, interesada por ambas partes, aunque con algo de fanfarria para guardar apariencias; mientras que el concepto de patria se diluye poco a poco y somos cada día más universales, como internet, o como el Titiritero aquel de Serrat, que “su patria era el mundo…”
Así que, ¿deberes de hoy en día? Yo creo que habría que definir dos grupos: los que hay que cumplir consigo mismo, como el de ser buena persona por encima de todo y hacer el bien. Y los que se deben cumplir con los demás, que se resumen casi en los anteriores: ser solidario con nuestros semejantes y ofrecer lo mejor de nosotros mismos, primero con los que nos rodean y después con aquellas personas que les ha tocado peor parte en la vida.
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Ya lo decía aquel filósofo romano oriundo de la vieja y sabia Córdoba: "Estos son los preceptos del derecho: vivir honestamente, no ofender a otro y dar a cada uno lo suyo", amigo Joaquín.
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