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26/8/09

La Feria y los feriantes

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En la evolución de la vida y de las sociedades nada es inmutable; todas las cosas van cambiando, y, en lo tocante a la Feria de Cieza, si se fijan ustedes, ya nada es lo que era. Y no crean que les digo esto por añoranza del pasado, no: es simple constatación de que para bien o para mal unos tiempos traen otros.

Miren, una de las cosas principales es que antes, pongamos hace treinta o cuarenta años, a la Feria venían los feriantes. ¡Toma, y ahora también!, dirán algunos de ustedes. Sí, pero dónde va a parar. Antes rodeaban completamente la Plaza de España las casetas de juguetes y otros artículos que la gente se solía feriar con ilusión. ¿Se acuerdan de aquellas casetas de madera atestadas de juguetes de la época, y en cuyas vitrinas de cristal se exhibían navajicas, llaveros, monederos, carteras, petacas, pipas, cadenas, armónicas, brochas de afeitar y un sin fin de objetos personales atractivos?

Ahora la Plaza de España (pues todavía no se merece Cieza un recinto ferial como dios manda) está tomada prácticamente por las tascas de las cofradías. Y no es que no tengan derecho a ganarse su pedacico de pan como todo el mundo, pero ¡mecagüendiez!, es que ya no queda espacio para los feriantes y nada más que se huele a pringue y a grasa de morcilla. Por que hay jugueteros y vendedores de otros productos que quieren venir con sus puestos y casetas a la Feria de Cieza y no pueden porque “no hay sitio”. ¡Pues sin feriantes no hay feria, o ya me contarán!

Otra cosa interesante que se ha perdido de la Feria es el Segundo castillo. Muchos de ustedes se acordarán de que antes se tiraban dos castillos: el primero en el Arenal del río, como se sigue haciendo ahora, y el segundo en la Esquina del Convento.

Desde luego, el Segundo castillo era el más emocionante; se disparaba la noche del 24 de agosto y el olor a pólvora de fiesta inundaba todo el Paseo. Muchos intentábamos ponernos lo más cerca posible, pues tampoco existían muchas medidas de seguridad y sólo había una regla: “al que mire pa’riba le cae la caña”, pero las cañas caían como chuzos encendidos entre la gente, en los tejados del Convento y del Asilo, o en las terrazas del Palacio de Justicia, de los Valencianos o de la Central de teléfonos, que estaba en frente (¿se acuerdan ustedes de cuando los números de teléfono, hace 40 años, eran sólo de 3 cifras y para llamar fuera había que pedir “conferencia” a la telefonista?).

Otro asunto que, llegada la Feria, se hacía de forma distinta era el de las actuaciones de los cantantes. Entonces no había galas en la Plaza de España. Y yo no digo que fuera ni mejor ni peor ni todo lo contrario, pero las galas se hacían en el Pabellón Municipal (anterior Cine Gran Vía) y en salas privadas como el Gato Azul, mientras que la Plaza de España quedaba para la Banda Municipal de Música y para pasear y tomar refrescos sosegadamente. Que la gente quería ver a Julio Iglesias o a Maritrini o a Camilo Sesto, pues pagaba su entrada y disfrutaba de la actuación tranquilamente. Ahora, por el contrario, los cantantes son gratis para todo el mundo (bueno, hay que pagarles de las arcas municipales; en otro lado estará la falta): se acota un gran espacio público para el escenario y demás zarandajas, dejan entrar a la plaza unos camiones inmensos que rompen el pavimento, colocan el run-rún de los generadores eléctricos para los millones de vatios con que atacan al sufrido público, y luego la gente se agolpa como piojo en costura en el reducido espacio que queda, metiéndose en los jardines y pisándolo todo, donde unos medio ven y medio escuchan algo y otros perdonan el beso por el coscorrón y tras el segundo tema ponen tierra de por medio; ¿o es que en lo que dejan de la Plaza de España van a caber todos los ciezanos que deseen, más las personas que vienen de otros pueblos?

Y termino haciendo memoria sobre las atracciones de la Feria. Éstas se instalaban en el Solar de Doña Adela. Lo que ahora es el macroedificio ese del Paseo que tiene tantas escaleras y ascensores por dentro, era entonces el Solar (decía la gente que Doña Adela había donado en tiempos ese terreno para la construcción de un centro de atención a niños necesitados).
El Solar no era demasiado espacioso, pero estaba en el mejor sitio. Y no me digan que donde vienen instalando las atracciones en los últimos años es mejor lugar ni más grande. Porque después, y a falta de un recinto ferial en condiciones, recordarán ustedes que las atracciones las han ido mudando año tras años a distintos emplazamientos: a la Avenida de Italia, al Campo de fútbol viejo, al Camino de Abarán, al espacio que hay frente al Colegio Juan Ramón Jiménez y finalmente al solar ese desangelado de la salida del pueblo.

Y otra cosa: ¿qué les parece si a los vendedores africanos, con sus baratijas y productos exóticos, los pusieran en el Paseo de Camacho? Yo creo que sería el espacio ideal. Y ellos, más que nadie, necesitan ganarse el pedacico de pan.
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