INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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29/1/23

Paisajes urbanos de Cieza, XXXII

 .

Imagen de Cieza, en una magnífica fotografía de Fernando Galindo Tormo

Le decían «Ginerre» de apodo familiar, ¿se acuerdan?, a Don Francisco Lucas Navarro; este, tras implantarse en España la Seguridad Social, en 1967, le dijo a mi madre que el número asignado era muy fácil de retener, y era cierto; de manera que el hombre, cuando nos prescribía algún medicamento en las recetas de su talonario, siempre se acordaba y no tenía que mirarlo en la cartilla de trabajador «eventual» de mi padre.

El Centro Médico estaba entonces en la Calle Juan Pérez (ahora San Sebastián), de la cual decían que era la calle mayor, pues allí estaba el casino del pueblo, convertido ahora en el magnífico Museo de Siyâsa, orgullo para todos los ciezanos; la casa de Don Paco Chápuli, ¡nada menos!, que los medieros —según contaban— no podían entrar por la puerta principal, y tenían que hacerlo por el postigo (hoy en día es la famosa «Galería de Arte Efe Serrano» de la Paquita de los Cuadros); la farmacia de Don Hipólito Molina (¡menuda cultura tenía Hipólito Molina!; hacía «reboticas» cuando le tocaba guardia y acudía la flor y nata de las personas sabias y conversadoras del pueblo); había también en esta calle un par de entidades bancarias: el Banco Central y la Caja de Ahorros del Sureste (luego local de la ONCE); la tienda de tejidos de Ballesteros, que en vísperas de la Feria colocaba la bandera de España en su puerta, porque vendía entradas para las corridas de toros; y otras casas y comercios importantes. Por eso se tenía entonces como la principal calle del pueblo, la Juan Pérez, que además lo era, y lo es, «de carrera», o sea, de lucimiento procesional en Semana Santa.

Paco «Ginerre», con su melena gris y su porte aristocrático (su hermana Marisefa siempre ha sido una mujer bella y muy cariñosa; me acuerdo de ella), salía en la procesión detrás de San Juan tocando el violín. («San Juan, San Juan, se va a caer;/ San Rafael lo va a coger…», ¿recuerdan?; era como un himno. Cieza no tiene himno oficial, pero si ustedes van por cualquier lugar del mundo y oyen canturrear a su espalda  «San Juan, San Juan, se va a caer…», tengan por seguro que se trata de un ciezano, o una ciezana. Además esa letra tiene un porqué, que a lo mejor un día se lo comento.) Bueno, además de procesionar el hombre con la bandica de violines detrás de San Juan, también lo hacía los Viernes Santo, con su bastón de mando, en el lugar de honor de la máxima autoridad de Cieza, ya que también era el alcalde de esta ciudad.

En los ayuntamientos, los concejales se dividían por aquel entonces en tres tercios, según su procedencia o el modo de obtener el escaño: el tercio corporativo o de entidades, el tercio sindical y el tercio familiar. El primero era a propuesta del gobernador civil; el segundo a propuesta de los sindicatos (que nada más que había uno, y vertical, no vayan a creer), y el tercero era el más chocante: procedía de unas elecciones, a las que solo se podían presentar «cabezas de familia», o sea, hombres casados a cuyo cargo estuvieran esposa e hijos, y en las que solo se permitía votar a otros «cabezas de familia». Pero bueno, al final todo tenía su apaño y su arreglo y salían elegidos quienes tenían que salir, así como el alcalde, que además era «jefe local del movimiento», cargo que le confería una suprema autoridad política acorde con el régimen de Franco. El movimiento en aquel tiempo era una cosa, digamos, invisible, como la gravedad, que nadie sabe realmente lo que es, pero levanta océanos; el movimiento (no confundir con aquel otro que se «demostraba andando», según el sabio) tenía mucho poder entonces y, en cada pueblo o cada ciudad de España, no se movía un esparto sin que diera su plácet el jefe local del movimiento.  

El Dr. Lucas Navarro tenía su domicilio y clínica particular en la Calle Santa María de la Cabeza (hoy Callejón de los Frailes), en una primera planta, por enfrente de la Ferretería de Alonso, pues aunque la Guardia Civil ya se había trasladado al nuevo cuartel, en el Parque, el viejo, de la Calle Virgen del Buen Suceso, cerrado y ruinoso, no lo había adquirido todavía Alonso para edificar y trasladar allí su gran ferretería. Y, no sé por qué, pues mis padres seguían manteniendo la «iguala» con Don Mariano Marín-Blázquez («Marianito») aún después de disfrutar ya de la cartilla de la Seguridad Social, alguna vez recuerdo haber ido a dicha consulta particular del Dr. Lucas Navarro, cuya esposa, la Pepita, era de la familia y descendencia de «los Félix», rama desgajada en su día de la Casa del Madroñal (mi bisabuelo Guillermo se mantuvo en dicha casa y su hermano Félix se hizo comerciante, abriendo una gran tienda en la Calle de los Pinos; edificio, por cierto, que ha sido demolido hace pocas fechas.

En el 1969 «Ginerre» fue elegido alcalde de Cieza, sustituyendo a Don Trinidad Almela Pujante, que llevaba ya más de ocho años en el cargo; aunque Don Francisco siguió ejerciendo su profesión de médico, ya que por entonces los alcaldes y concejales no tenían asignación económica municipal. Mas fueron los años en que las cosas habían empezado a moverse y Cieza también cambiaba de aspecto; había cierto progreso en lo social: las aulas del instituto se llenaban cada vez más de alumnos y empezaban a entrar a la universidad hijos e hijas de obreros (el gobierno había puesto en marcha un programa que denominaba de «igualdad de oportunidades», por el que se creaban las famosas «becas salario» (no sé si ustedes recuerdan esto); se trataba de que a los buenos estudiantes, no solo se les pagaban todos los gastos relacionados con sus estudios, sino que aún restaba una cantidad de dinero sobrante, destinado a remediar en la familia la falta de ingresos que dejaban de entrar por parte de ese hijo o hija que se iban a estudiar una carrera).

En el pueblo se estaban levantando ya torres de pisos como signo del progreso económico, y, aunque se habían construido años antes más de quinientas viviendas «baratas» por parte de la Delegación Nacional de Sindicatos (o sea, del gobierno), comenzaba a despuntar el urbanismo de edificios privados con pisos de buena calidad en la zona del Paseo de los Mártires y la Plaza de España, como el edificio de la Óptica Marín, a cuya primera planta se trasladó a vivir el señor Lucas Navarro y familia (y la Inocencia, su fiel trabajadora de hogar), montando allí su nueva clínica privada (a ella tuvimos que acudir una vez los alumnos del instituto para que nos «pasara por la pantalla»; él con un mandil de cuero y plomo y nosotros, como en los tebeos, encueretaícos vivos, nos poníamos detrás de unas placas, que nos pegaban una descarga de radioactividad tipo Chernóbil, para que el médico nos viera los entresijos del cuerpo).

El Dr. Lucas Navarro sería alcalde hasta 1976, que entregara el bastón a Don José Morote Valchs, con Franco ya muerto y la Transición en marcha. Durante el mandato de Paco «Ginerre», como la gente le conocía, se construyó el polideportivo municipal, que fue un hito para Cieza. Y, en un intento de dar importancia a nuestro pueblo, una representación municipal, con su alcalde a la cabeza, se desplazó a Madrid, al palacio de El Pardo, a ver al Caudillo, cuyas fotos en blanco y negro de aquella audiencia, en posición reverente y sumisa, casi sin atreverse a levantar la mirada, como con los antiguos faraones, ellos conservarían enmarcadas sobre el mueble preferente de su casa. Y también, ante un tejido industrial decadente a marchas forzadas (en favor, es cierto, de una agricultura emergente), se creó el lema «Cieza, perla del Segura», aunque algunos, un tanto chotas, decían «…perla del Seguro», pues fue la época también en que muchos buscaban su paguica alegando cualquier discapacidad. 

  ©Joaquín Gómez Carrillo 

2 comentarios:

  1. D.Francisco Lucas Navarro, a él le debo estar viva!!!!Mis padres lo admiraban y él apreciaba muchísimo a mi padre,cómo persona y cómo profesional, ya que el despacho de la calle Santa Ana lo hizo él. Bonito artículo, Joaquín.

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"