INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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19/6/22

Paisajes urbanos de Cieza, V

 .

¡Que refrescante baja el río, entre cañas verdes y baladres florecidos!

En el Pilar abrevaban las caballerías; estaba construido para eso, pues andaban mucho los carros con esparto, con leña, con paja, con piedra, con grava, con basura, y los carreteros solo tenían que orillarse para que bebieran las mulas de la reata.

El Camino de Madrid estaba ya asfaltado, cosa que no ocurría con el resto de calles del pueblo, salvo una parte del casco antiguo, que la adoquinaron después de la Guerra; el Camino de Madrid, al ser entonces la carretera nacional, lo habían asfaltado en los años veinte, cuando la dictadura de Primo de Rivera, que fue un periodo exento de libertades, pero en el que se abordaron numerosas obras públicas y se produjeron algunos cambios importantes en España, como la creación de las confederaciones hidrográficas de los ríos, la creación de CAMPSA o, en lo social y laboral, la promulgación de un extenso Código de Trabajo (también el destierro de Unamuno a la isla de Fuerteventura y el cierre de universidades, claro).

El Camino de Madrid, en su tiempo, estuvo flanqueado de olmos; ahora queda sólo el que hay bajo la «caseta de los aforaores» de la Gran Vía (¿saben, por cierto, lo que costó hacer esa caseta en 1932? ¡Pásmense!, 106’20 pesetas, unos 64 céntimos de euro, ¡menos de lo que se da a un pobre!). Existía otro olmo un poco más alantico del Pilar, justo donde había unas casicas pobres con rejas de palo en las ventanas, y, cuando hicieron ese bloque enorme de pisos, al parecer no les gustaba que estuviese ahí el «olmo viejo del camino» y pidieron permiso a Murcia para cortarlo; entonces, los de Medio Ambiente respondieron que nanay; ¡más qué casualidad!, que al poco tiempo el olmo se secó, así que lo talaron tan ricamente sin problemas.

Tampoco hubo problemas con la chimenea de la fábrica de conservas «Guirao Hnos, S.A», allí enfrentico mismo del Pilar. El «Jomeini» (le apodaban así por sus luengas barbas blancas) había comprado el gran solar de la fábrica para hacer pisos. («¡Arrímate, arrímate, dale, dale…!»), con la retro. Y, excavando,  excavando, el terreno, falsearon los cimientos de la chimenea y esta se vino abajo. («¡Ay, ay, qué se le va a hacer…!») Después, «¡nene, arrímate, arrímate, dale, dale…!», otra vez, y falsearon también los cimientos del edificio contiguo de seis plantas y doce viviendas. («¡Ay, ay, qué mala suerte!») Los que allí vivían apenas pudieron escapar con lo puesto y poco más. El Jomeini al fin construyó el macrobloque de viviendas que ustedes conocen y encima hizo negocio redondo con las familias damnificadas de los pisos derribados «sin querer/queriendo», pues les vendió a cada una un piso de los nuevos, valorando «a pedo» los viejos.

Los Guiraos tenían dos fábricas: esa del Camino de Madrid y la otra de la Estación. Entonces había mucho trabajo los veranos, y todo había que realizarlo con mano de obra autóctona, pues como éramos pobres, aquí no venía inmigración ninguna: todos éramos del pueblo; las únicas caras forasteras que veíamos eran las de los feriantes en agosto. Pero no había problema, existía una cultura del trabajo: ¡a trabajar todo dios!; en cuanto acababa el curso en el instituto, a coger fruta o a las fábricas. ¡Cientos de mujeres y hombres!, echábamos la temporadica en la fruta. Ahora, que pagaban una miseria y cotizaban lo que querían; a mí, en tres temporadas con los Guiraos, tres días. Arriba, en la Estación, hacían más el fuerte del albaricoque; mientras que en la fábrica del Camino de Madrid, se pasaban todo el verano trabajando y se metían hasta el otoño haciendo melocotón: los famosos tarros de cristal con los melocotones en almíbar enteros, bajo el marchamo de «La Campana».

En el Camino de Madrid,  esquinando con el Callejón de los Tiznaos, bastantes años antes, estuvo el «Garaje Inglés», otra empresa que había creado el emprendedor Bernard H. Brunton, venido de Inglaterra a finales del siglo XIX. Representaba la casa Ford, lo más fetén de la industria automovilística americana, con su producción en cadena. Cuando Bernardo, o su hijo Arturo, lograban un cliente y le vendían un coche, el carné iba de regalo. El permiso de conducir se obtenía con un trámite administrativo; así que el comerciante le gestionaba el asunto al cliente y le explicaba un poco cómo tenía que moverse con el auto por la vía pública. Lo importante era no espantar demasiado las burras y el resto de caballerías de tiro. El repostaje de combustible estaba cerca: justo enfrente, al lado de las Monjas Pastoras; pues el surtidor de la Esquina del Convento, se lo habían traído ahí al Camino de Madrid, el cual empezó a gestionarlo Paco Benedicto, antes de instalarse con el negocio de la gasolina frente al Camino de la Estación, pegaíco a la báscula de Zamorano, ¿se acuerdan?

Cuando subían al Cristo a la Ermita cada tres de mayo, por el Camino de Madrid se producía la mayor riada humana jamás vista en Cieza. La gente volcaba cestas de pétalos por los balcones. En la casa de Martinejo, en cuyo patio interior tenía un mosaico con el «Cristo de los hilaores» no se escatimaban rosas (los Martinejos poseían  «banca» propia en el Camino de Madrid para financiar sus negocios). Un poquico más adelante, en el esquinazo de la calle Santiago, se hallaba la Residencia Capri. Pero antes había sido ambulatorio con maternidad, pues entonces las ciezanas traían al mundo a sus bebés en Cieza; primero en el Asilo y luego en el Camino de Madrid, no como ahora que los niños vienen todos de la Arrixaca. Aunque también los había nacidos en casa; cuando la cosa se presentaba, llamaban a una mujer que entendiera y santas pascuas.

El día de la Cruz venía gente de otros pueblos a ver la subida del Cristo a su ermita. Entonces no había nada construido en el Parque (lo primero fue el Cuartel de la Guardia Civil, cuando lo trasladaron de donde ahora está la Ferretería Alonso). El Parque tenía una parte mejor cuidada, la de arriba, donde estaba la fuente de piedra y las parejas buscaban las sombras al anochecer; luego, un poco abandonada, toda la otra zona que se asomaba al alto terraplén del Camino de Madrid, sin pinos entonces. Impresionaba el ver y escuchar desde el Parque la gran marea humana cantando el himno ciezano por excelencia: «¡De salvación, de salvación!», y los chitos, que se tomaban unos a otros a zurumbillos, deseosos de exhibición ante las muchachas que estrenaban juventud esa primavera.
©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"