INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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24/10/20

El amor en los tiempos del Covid

 

Madroños de otoño

No hay manera. Y sabemos que existe una solución; es más, tenemos la seguridad de que saldremos de esta, pues aunque uno a uno seamos perecederos, todos juntos somos inmortales. Estamos enterados de todas las medidas que toman los gobiernos. Somos conscientes de todos los consejos que publican las autoridades sanitarias. Incluso, no dudamos de que poseemos un sentido común (común a todos los sentidos) y que actuando conforme al sentido común estaríamos salvos. Sin embargo no hay manera.

Y ya ven que los contagios suben como la espuma. Algunos se deben a exposiciones de riesgo obligadas: la necesidad de hacer compras en los supermercados, la obligación de trabajar, el deber de acudir a los centros educativos por parte de profesores y alumnado, el riesgo de utilizar sin más remedio los transportes públicos, la atención y los cuidados, tan necesarios e ineludibles, hacia nuestros mayores. Pero no; dicen los sabios entendidos en el asunto que la mayoría de los contagios se originan en las reuniones, en las fiestecillas, en las juntas familiares, en las celebraciones, en los bares, «…qué lugares tan gratos para conversar. No hay como el calor del amor en un bar». ¿Y por qué? Porque somos en primer lugar sociales, y segundo lugar, gregarios. Es verdad, somos animales gregarios, como los chimpancés y las ovejas. No podemos resistir mucho tiempo separados, distanciados unos de otros, solos. ¿Ustedes han visto por la tele (¡maravillosos los programas de la Dos!) que los chimpancés, con los que compartimos nada menos que el 99% del genoma, estén esturreados cada uno a su bola por los árboles? Pues no, ¿verdad que no? Necesitan estar juntos, tocándose, desparasitándose, abrazándose, acariciándose y amándose «animalmente» (aunque para esto último, los bonobos, que componen la otra especie de los chimpancés, se pintan solos; no dan la ida por la venida).

De modo que no culpemos más a los gobernantes ni a las autoridades sanitarias; ellos, mejor o peor, hacen lo que pueden y saben; y no se cansan de machacar cómo hemos de actuar, por nuestro bien. ¿No han oído al coche ese que sale, «en nombre de la policía», dando vueltecicas por el pueblo y recordando a todos los riesgos que existen y lo que debemos evitar? Si es que ya lo sabemos todo por activa y por pasiva, pero que si quieres a Ros, Catalina. Necesitamos las distancias cortas, el calor del rebaño; de hecho, los sabios llaman a la inmunidad social «inmunidad del rebaño», esa que es tan difícil de alcanzar, pues para llegar a ella tendría que estar contagiada o inmunizada al menos tres cuartas partes de la sociedad (seguramente fue eso lo que paró la última gran pandemia de 1918-1920, aunque el precio entonces fue muy alto, altísimo en vidas humanas; esperemos que estén listas las vacunas pronto, pues si no, no hay manera).

¿Alguien sabe cómo se les dice a los adolescentes, y a la mayoría de jóvenes, que mantengan la distancia, que no se quiten las mascarillas, que no se rocen, que no se abracen, que no se achuchen, que no monten fiestecillas alcohólicas en cualquier parte? Eso es como decirle a un anciano que corra («¡corre ligero, corre ligero!», pero el anciano seguirá a paso de tortuga). ¿Qué somos los seres humanos en la adolescencia y primera juventud? ¡Bombas hormonales! ¡Química pura! ¡Torrentes de hormonas estrellándose por las venas! Es la edad en la que empuja más la vida; es la edad en que la vida da patadas por dentro del cuerpo, dentro de cada órgano, dentro de las arterias, dentro de la cabeza y debajo de cada milímetro de la piel. La vida empuja hacia el amor, sobre todo. Es el mayor triunfo de la vida en el planeta: la sexualidad. Somos seres sexuados, y, en determinadas edades caminamos hasta arriba de química hormonal. Es la naturaleza, y ahí es donde el bicho pretende ganar su batalla: en el indestructible impulso de estar juntos.

Y todo esto se suma al carácter abierto y social, que es propio de países mediterráneos como el nuestro. Bares y terrazas de bares a tutiplén, familias multitudinarias que no pueden pasar sin juntarse a comer, a celebrar cualquier evento, a beber cerveza, a tomar unas copas y charlar y reír mostrando sus bocas descubiertas. Es la vida. Ya no nos «desparasitamos» como los chimpancés (aunque en los tiempos miserables de la posguerra, las mujeres se mataban los piojos y se sacaban las liendres unas a otras en los carasoles). Pero es muy difícil mantener una disciplina de distancias capaz de burlar los contagios de esta pandemia. Y así nos va.

¿Qué han hecho los chinos, incluso en la «zona cero» de Buján? No lo sabemos bien; los chinos son muy listos: inventaron la pólvora; pero su sociedad y su cultura distan mucho de las nuestras. ¿Qué se puede hacer aquí para atajar esos niveles de contagio, que no son por necesidades estrictas, sino por «el gusto» de celebrar cualquier encuentro, de reunirnos en cualquier lugar, de conversar sin mascarilla en las mesas de las terrazas de los bares, o de tomar un botellón juvenil en una plazuela o sitio nocturno? ¿Es eficaz el cierre de establecimientos de venta de bebidas? ¿Sería eficaz un toque que queda, en que a las 9 de la noche todo dios se encierre en su casa? No sé. Esta es una situación que nos sobrepasa a todos, a los gobernantes los primeros; pero también a la población, y más en ciertos segmentos de edad, como la adolescencia y juventud, cuando el amor llama a golpes en la sangre, y ello se impone al ser humano aun cuando vivamos en estos extraños tiempos de Covid: ¡malos tiempos para el amor!

©Joaquín Gómez Carrillo

 

2 comentarios:

  1. Estupenda forma de expresar nuestra situación real, complicado para nosotros los españolitos amantes de abrazos, de quedadas.... Y sobre todo difícil para el amor, espero que para usted haya espacio para amar. Mucha suerte si puede amar y que su estilosa pluma siga llenando páginas en estos momentos de pandemia.

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  2. Muchas gracias por su amable comentario.

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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"