INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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7/6/20

Si ya no me creo nada

 .
A otra cosa, mariposa
Cuando, por hache o por be, salen casi a diario los políticos a través de los medios a dar esas cansinas explicaciones y convocan esas ruedas de prensa, en donde casi nunca contestan a las preguntas de los periodistas, sino que se van por los cerros de Úbeda y aprovecha para culpar de todos los males al malo malísimo de enfrente, yo ya no me creo nada. Y pienso ‘¿para qué se cansan tanto, si ya no les creemos?’ (porque habrá más gente como yo que no les cree). Pero siguen con su discurso, casi homilía, «exculpatorio» («excusatio non petita, accusatio manifesta»), de que lo han hecho todo a las mil maravillas y han salvado muchas vidas con su actitud inteligente, diligente y benevolente. Y yo sigo sin creerme nada.

¿Qué soy yo entonces, incrédulo, escéptico, agnóstico…? No sé. Solo tengo seguras algunas cosas de las que dicen, cuando las dicen; por ejemplo: aparece un ministro o una ministra, del ramo que sea, porque hay la tira de ministros en este gobierno, bien se puede decir que este es un país profusamente administrado (no digo bien, ¡ojo!, digo profusamente, que es como no decir nada), sale y dice «estamos preparados para lo que venga» (me refiero a cualquier cosa, una pandemia, sin ir más lejos), y entonces sí que tengo por seguro que «no estamos preparados»; ahí no hay trampa ni cartón: si dicen que estamos preparados, es que no estamos preparados, ¡seguro! Da gusto tener algunas cosas seguras.

Pero miren, rompo mi lanza por Patxi López. No es que sea de mi cuerda (que no lo es ninguno) y a lo mejor al final es tan igual como todos, pero en algunas cosas le creo. Recuerdo cuando tomó las riendas de la presidencia de la comunidad autónoma del País Vasco y dijo que lo primero era mandar limpiar las calles de la «batasura» aberzale, y lo hizo; dejó las ciudades y pueblos más limpios que el jaspe, porque menuda vergüenza de cartelería, pintadas, pegatinas, pancartas, banderas, panfletos y demás conperdón. (Yo recuerdo una visita a Bilbao en 1996, en pleno secuestro del empresario Aldaya, y toda la ciudad, todas las puertas, todos los escaparates, todo el maltratado mobiliario urbano, todo, completamente todo por todas partes, estaba sembrado con la maligna frase: «¡Aldaya paga!». Y toda la ciudad humillada, amedrentada y entristecida, a los pies de «ETA-Batasuna». Por eso valoro cuando llegó Patxi López y dijo: lo primero es limpiar en ambiente envenenado y humillante. Y el otro día le volví a creer cuando sacó su parte humana, no el lado político, sino el humano, y con un justificado cabreo, como cuando Jesús echó a gritos a los mercaderes del templo de Jerusalén, puso una nota de cordura y veracidad en el ejercicio de las responsabilidades para las que los hemos elegido y por las que les pagamos suculentos sueldos. ¡Bien por él!

Pero de los demás, a casi ninguno le creo. Por mí que no se mareen tanto en dar tantas explicaciones. Y miren que les escucho; me digo ‘a ver qué moto nos quieren vender hoy’, y pongo la radio mientras estoy cocinando y les oigo con atención (es una falta de educación no escuchar a los oradores cuando están hablando). Hoy la ministra portavoz, con su gracejo gracioso andaluz, va y dice sobre no sé qué: «…delante mía», y yo solo en mi cocina, preparando un potaje de acelgas y garbanzos con buñuelos de bacalao (¡buenísimo me salió!), me digo ‘¡madre mía!’; cómo una ministra tal locuaz y verborréica, mete la pata de esa manera: no se dice nunca «delante mío» ni «detrás mío» ni «al lado mío», se dice «delante de mí, etc.». Pero bueno, para el caso es lo mismo: no me iba a creer nada de lo que decía. Y si no, cuando sale el presidente; ese ya cansa las burras con su arenga floral de autobombo («como es alto y guapo…», le dijo un día Montoro). Del otro señor, que sí debería creerlo como científico y buen epidemiólogo que es, pues resulta que tampoco le creo ya, ¡qué desastre para mí!, porque el hombre siempre ha salido a dar la cara científica, pero con las órdenes políticas, y claro, eso baja mucho la credibilidad; ya me entienden: «…esto va a ser una gripe de nada», «…esto va a ser cosa de poca importancia» (¿sabría él como eminente científico que la cosa que se nos venía encima era grave, gravísima?), «…que de mascarillas, nada, que no hacen falta» (lo de las mascarillas era cosa de los chinos esos que tienen los ojos como dos rajicas, pero los españoles y las españolas, que cuando besan, besan de verdad, para qué ponerse mascarillas, ¡hombre…!). Hasta que a los dos meses de contar muertos, le han dicho al hombre: anda sal ya y di que ahora mascarillas sí, que es el método más barato y eficaz para detener los contagios (el hombre ya lo sabía eso desde la primera castaña, cómo no lo iba a saber; lo sabía yo, que soy del campo…), y entonces sale, muy humilde, eso sí, y con su voz pedregosa lo anuncia, y todos caemos de rodillas y decimos ¡bendito sea el Señor!, que le den el nobel de la paz a este presidente salvador de vidas, con su genial idea de que lo mejor es llevar mascarilla, ¡más vale tarde que nunca! (Sin embargo, solo los matemáticos, ¡ay!, podrán echar cálculos sobre los contagios que se podrían haber evitado, y por ende las muertes, si el Señor hubiera iluminado al señor presidente desde el principio, o el hombre científico hubiera renunciado al «acomodo» político de su discurso.)

Y para más inri los muertos no cuadran, ¡toma ya! (y lo digo con el mayor respeto por la tragedia que supone), pero la Seguridad Social dice que se ha quitao de encima 38.000 pensionistas de un plumazo (que ya son perricas, ¡eh!), y los enterraores dicen que los fiambres andará por los 40.000, y el INE, que pasan de 44.000, y el gobierno mantiene que los millares no superan la treintena. ¿A quiénes vamos a creer?
©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"