INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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26/10/19

¡Barcelona, Barcelona…!

 .
Ocaso en el Lago Lugano, Porlezza (Italia), 2018. (Fotografía realizada por Victoria Elena)
Me preocupa. Creo que a todos nos debe preocupar un poco la ira entre españoles. Pienso que la gente debería leer más y no opinar de oídas, no fiarse de algunos políticos de poca solvencia, y, por supuesto, no creerse toda la desinformación incendiaria que corre por las redes sociales. Pienso que la gente tendría que saber elegir bien la información y las ideas con que formar su opinión personal. Todos deberíamos tener libre opinión sobre lo bueno y lo malo, al margen de ideologías y devociones partidistas. Todos deberíamos poder discernir entre lo veraz y las patrañas interesadas.

Me preocupa Cataluña, como me preocupa mi barrio, mi pueblo, mi Región y mi país. Las situaciones históricas no son comparables, pero la raíz común del odio entre españoles ya la conocemos; la debería conocer bien la gente leyendo libros y sin dejarse llevar de oídas. No es comparable, pero a principios de los años treinta del siglo pasado, se dejaron correr los regueros de pólvora del odio, hasta que la ira creció y ahogó la sociedad; hasta que hubo un momento en que lo que más deseaban los españoles era matarse unos a otros (esto es muy fuerte; parece una exageración, pero hay que leer). La maldita Guerra Civil no surgió de una sociedad en paz. No fue que un día cuatro generales se levantaran con mal pie, así sin más, y se sublevaran contra el gobierno (los cuatro golpistas fueron Mola, Queipo de Llano, Sanjurjo y Franco, por ese orden de importancia). No. La sociedad del treinta y seis no era inocente: estaba predispuesta para la guerra entre hermanos; solo bastaba encender la mecha, y la mecha fue encendida.

Me preocupa que hoy en día haya tanta gente alimentando odios entre españoles. No encuentro la diferencia entre un catalán y un murciano. No acepto la basura servida a través de las redes sociales para aumentar la discriminación. Muy mal hacen los que difunden consejos absurdos, como el de no comprar productos españoles fabricados en Cataluña. Sé que en Cataluña sí discriminan los productos foráneos en los súper y demás tiendas. Pero eso no cambia mi criterio, mi opinión y mis principios.

Creo que una casta de políticos catalanes ha ido engendrando un monstruo y ahora no sabe qué hacer con él. Durante muchos años han alimentado la discriminación para su beneficio partidista y ahora se hallan al otro lado de una línea roja y no tienen intención de retornar. Al resto de España nos parecía entonces una broma; nos parecía algo inocente, algo de chiste del genial Eugenio, o de esperpento del gran Boadella. Pero el monstruo ha crecido y ha abandonado la madriguera; incluso ha cambiado el pelaje de la discriminación y ha echado el del odio. Ahora es realmente peligroso, y corre despavorido por las calles de Barcelona.

En el treinta y seis otro monstruo similar señoreaba en Madrid, deseoso de devorar al diferente, ya por sus ideas, ya por sus creencias. Algunos líderes, mirándose en la falacia del espejo soviético, propugnaban la guerra como medio para implantar la «dictadura del proletariado», y lo decían sin pudor en sus mítines (hay que leer en las hemerotecas). Algunos partidos políticos crearon «milicias», previendo el momento de «armar al pueblo». Tal era el clima voraz, que la propia policía del gobierno sacó de su casa, de noche, al jefe de la oposición, le pegó cuatro tiros y lo arrojó a «una cuneta». Un detonante; y los deseos del monstruo fueron cumplidos.

No es comparable, desde luego, aquella situación con la de hoy en Cataluña. No. Sin embargo, durante muchos años los políticos de la discriminación han forjado una parte de la sociedad catalana que anda confusa con la historia, que ignora los grandes beneficios con que ha sido «mimada» históricamente, en detrimento de otras regiones españolas. El último dictador de este país, sin ir más lejos, puso su atención en Cataluña, destinando grandes recursos económicos para beneficiar su industria y su progreso social (de ahí la migración interior que llenó de andaluces y extremeños las ciudades catalanas). ¿Se olvidan de eso los catalanes que no leen y se dejan llevar por discursos torticeros? ¿Son conscientes de que con dinero de todos los españoles gozan de las mejores infraestructuras, cuando a día de hoy los trenes obsoletos apenas llegan a Extremadura?

Nos debe de preocupar el cariz de las cosas. ¿Quién será capaz de encerrar el monstruo de nuevo, de encadenarlo y ponerle los grilletes de la inteligencia, de la sensatez, de la información veraz y de los mensajes pacíficos? Basta ya de maleducar «antiespañoles» desde parvulitos; basta ya de seguir creando una sociedad inconsciente de su favorable pertenencia a la nación española; basta ya de alentar una lucha idiota contra la organización democrática del Estado y contra el resto de españoles; y basta ya de hacernos eco por parte los españoles no nacionalistas del triste «odio reflejado».

Si preguntara a las buenas gentes (no a la chusma guerrillera y analfabeta que destroza la bella ciudad de Barcelona con el guiño cómplice de un gobernante descerebrado), si preguntara a la población corriente qué parte de la sentencia del T.S. rechazan, tampoco sabrían responder. Pues una gran mayoría se ha criado en el ambiente de que lo «normal» allí es defecarse en la Constitución y en las leyes; de que lo «habitual» allí es pasarse por las gónadas las resoluciones y las sentencias de los tribunales; incluso que el robo y la malversación por parte de sus políticos, allí sea como la sarna, que si es con el gusto del marchamo nacionalista y separatista, no pica. Sin embargo, me preocupa que la sociedad sensata vaya a contagiarse y entrar en la maligna espiral del «ojo por ojo» y el «odio por odio».
©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"